martes, 1 de enero de 2013

El amor por educación



   
Nuestros conflictos afectivos ocurren porque finalmente no sabemos cuándo amamos naturalmente y cuándo amamos porque la educación nos lo impuso.

De forma similar a como existe una Naturaleza que nos impone ciertas circunstancias (ley de la gravedad, hambre, instinto de conservación) y una cultura que nos impone otras diferentes (vestimenta, leyes de convivencia, tecnologías de la información), los humanos tenemos un conjunto de sentimientos naturales, (egoísmo, amor hacia quienes necesitamos, tristeza ante las pérdidas), que conviven con otros obligatorios (solidaridad, honestidad, respeto).

La oposición que existe entre estas circunstancias naturales y las culturales o la oposición que existe entre nuestros sentimientos naturales y los obligatorios, aparecen en nuestra psiquis bajo la forma de un conflicto, como no podría ser de otra manera.

En los conflictos, suele haber un ganador y un perdedor.

Si un partido de gobierno recibe las críticas de los partidos de oposición, el conflicto es permanente porque uno detenta el poder y el otro no. Si un boxeador se toma a golpes de puño con una anciana que se resiste a que el primero le robe la cartera, es muy probable que el conflicto sea circunstancial y termine en pocos segundos.

Los conflictos que tenemos instalados en la psiquis son permanentes porque la Naturaleza no para de presionar para que la obedezcamos y la cultura hace otro tanto, con mucho poder momentáneo (amenazas, multas, castigos) aunque a la postre la Naturaleza tiene la última palabra porque quienes insisten durante demasiado tiempo en oponerse a ella, terminan falleciendo.

Los niños conocen instintivamente las leyes naturales más elementales (respirar, comer, evacuar) y aprenden las culturales de los adultos.

Los niños consideran «seres queridos» a quienes necesitan para algo: La madre es esclava, las mascotas son obedientes, con los amigos se divierte. Si ama a otros es por educación.

(Este es el Artículo Nº 1.769)