A quienes menos les importa la pobreza es a los mismos
pobres.
La pobreza es una gran fuente
de ingresos.
Los pobres cumplen su tarea
tan solo existiendo y formando parte de un gran prejuicio que dinamiza el
negocio de evitar la pobreza
— exigiéndoles más impuestos a
los ricos, o
— chantajeando emocionalmente
a los pudientes para que hagan donaciones de sus riquezas, o
— engañándolos para que
imaginen privilegios especiales en un más allá que algunos religiosos prometen
con insólito desparpajo.
La pobreza es una gran fuente
de ingresos porque justifica una transferencia de recursos que va de los ricos:
— a las filantrópicas O.N.G.’s
encargadas de ayuda humanitaria;
— a los gobernantes populistas
que aumentan los impuestos a la renta, al capital, a las ganancias, para
quedarse con la tajada del león, con la que se enriquecen personalmente y
enriquecen al partido político que los mantienen en la industria de la
redistribución de la riqueza;
— a los religiosos que prometen y predican una
vida mejor para después de la muerte.
Merece un párrafo aparte el tema de la venta
de indulgencias (1). Hubo una época (especialmente en el siglo 16) en la que la
Iglesia Católica vendía a buen precio un perdón de todos los pecados para que
los ricos no la pasaran tan mal en el supuesto trámite del Purgatorio.
Para entender mejor por qué la pobreza es
una gran fuente de ingresos para una
cantidad de avivados inescrupulosos disfrazados de compasivos, tendríamos que
pensar cómo sería la humanidad sin pobres.
El modelo de corrupción justificada por la
ayuda a los pobres es el legendario Robin Hood, quien robaba a los ricos para
repartir entre los pobres, rol este que, con indisimulado orgullo, desempeñan
los partidos de izquierda.
A quienes menos les importa la pobreza es a
los mismos pobres.
(Este es el Artículo Nº 1.960)
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