El «presente» fue angustiante en todas las épocas porque demoramos en
entender qué está ocurriendo y en saber cómo deberíamos actuar.
Aunque he tenido alguna experiencia
desagradable, reconozco que la inseguridad ciudadana me preocupa menos que la
preocupación por la inseguridad ciudadana.
En otras palabras, quizá por deformación
profesional, (soy psicoanalista), tengo la sensibilidad a flor de piel con
fenómenos tales como las neurosis, la angustia y la psicosis colectiva
(hipocondría, pánico).
La historia nos informa que en todas las
épocas existe un pico máximo de alarma pública, ya sea por la guerra, el
desabastecimiento, las pestes.
Por lo tanto, los híper sensibles al fenómeno
reaccionamos en todas las épocas de la misma manera: pensando, buscando
soluciones, proponiendo hipótesis, estrategias, alternativas.
Algo muy conmovedor es que se han sumado a la
delincuencia los menores de dieciocho años, que hasta ahora son inimputables en
casi todos los países pero que seguramente se irán convirtiendo en imputables a
medida que las fechorías que cometen sean más y más irritantes.
Hasta cierto punto es esperable que un niño
cometa un asalto a mano armada porque todos entendemos que a esa edad
acostumbran a copiar lo que ven, y en los programas de televisión casi todos
los personajes refuerzan sus dichos apuntando al interlocutor con un revólver.
No es tan fácil comprender que un niño de 16
años termine preso por el FBI porque participó en un sabotaje informático a
MasterCard y Paypal desde su casa en La Haya (Holanda).
Es cierto que cuando uno es atacado por un
delincuente, generalmente nervioso, la situación es tan estresante como recibir
una llamada a media noche, o tener un accidente de tránsito o quedar en medio
de una manifestación con represión policial, pero lo que más nos angustia es
que no comprendemos qué (nos) está pasando.
(Este es el Artículo Nº 2.054)
●●●
No hay comentarios:
Publicar un comentario