Es posible pensar que sufrimos
trabajando y sudando, porque estamos milenariamente sugestionados con lo que
consideramos fue un castigo bíblico.
En
varios artículos (1) he mencionado el castigo bíblico, según el cual, tendremos
que ganarnos el pan con el sudor de la frente.
Por
lo tanto, sudar tiene que ser molesto porque de lo contrario no sería un
castigo.
Ya
estamos acostumbrándonos a ver muchos varones que les pagan a una empresa para
que le alquile máquinas, con las que sudan a mares levantando pesos, corriendo
sobre cintas móviles o pedaleando en bicicletas deliberadamente resistentes al
esfuerzo del ciclista.
Este
hábito, por el que los usuarios pagan, pone en duda que sudar sea penoso. Llegó
la hora entonces de preguntarse si aquel castigo por haber comido una manzana
era realmente un castigo penoso o, por el contrario, solo estaba informando que
los humanos perderían un supuesto subsidio divino para alimentarse.
Lo
expreso de otro modo: si los seres humanos de aquella época estaban
acostumbrados a recibir gratuitamente la comida, el castigo no consistía en
tener que sudar sino en tener que pagar por la comida. Por haber comido una
manzana tuvimos que empezar a ganar dinero para comprar el pan. El castigo fue
el fin de la gratuidad, no el tener que sudar.
¿Qué
hacen los gobiernos de izquierda con los más pobres? Les suspenden el castigo y
vuelven a permitir que reciban un subsidio, como el que tenían aquellos seres
humanos transgresores que se comieron la manzana prohibida.
Claro
que, como los gobernantes de izquierda no tienen entre sus filas a un dios todopoderoso
que les haga milagros generando comida de la nada, no tienen más remedio que
robar, expropiar o quitarle dinero a los que sí se ganan la vida sudando.
En suma: sudar nunca fue un castigo.
(Este es el Artículo Nº 2.052)
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