Quienes parecen ser «más
realistas que el rey» son disimulados transgresores de la prohibición del
incesto y de otras obligaciones.
Los seres vivos tenemos muchas formas y
comportamientos que nos diferencian: aves, mamíferos, peces, vegetales,
microbios. La variedad es muy grande.
Los humanos, como los demás seres vivos,
también tenemos características que nos diferencian del resto.
Una de esas características es que nos
observamos con especial atención, sin que podamos afirmar que las demás
especies también lo hacen.
Algunos dicen que los humanos nos prohibimos
el incesto para formar parte de los grupos (¿manadas?) que creamos y que
llamamos «cultura».
Los
antropólogos confirman que, de una u otra manera, en todas las culturas existe
este requisito fundamental: a los integrantes se les impide satisfacer un deseo
muy intenso: copular con algún pariente (madre, padre, hermano).
Por lo
tanto, para que podamos disfrutar de los beneficios de ser considerados
humanos, debemos cumplir el requisito de abstenernos de satisfacer un deseo tan
fuerte como es el de formar una pareja conyugal con un familiar directo.
Claro que
no somos tan sumisos como para respetar esta prohibición y quedarnos muy
tranquilos. Nuestra cabecita inquieta y
transgresora no para de inventar estrategias para hacer trampa, eludir la
prohibición, pecar, delinquir.
Es que el
precio de ser admitidos en la sociedad humana no solamente es la prohibición
del incesto, después nos agregan sobre-precios tales como son respetar la
propiedad privada, la monogamia, no mentir.
Estos
abusos de los administradores sociales de turno, (gobernantes, padres, Estado,
religiones, empleadores, maestros), nos generan dudas, incertidumbre, ansiedad,
disconformidad, deseos de aumentar los intentos transgresores.
Como forma
de eludir los costos que se agregan a la prohibición del incesto, algunos
transgresores-simuladores parecen prohibirse más de lo que se les pide. De
ellos decimos que «son más realistas que el rey».
(Este es el Artículo Nº 2.045)
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