martes, 10 de junio de 2014

Significante Nº 1.840a


La mayoría tememos a las sanciones ejemplarizantes, pero a los delincuentes que van dirigidas no los asustan.

La cultura y la pobreza



 
Nuestra cultura distorsiona la Naturaleza de varias formas, una de las cuales consiste en generar normas, prejuicios, leyendas, que estimulan el enriquecimiento de unos pocos sin quitarle placer a la mayoría.

— Los que menos tienen son los que más dan (bienes, dinero, su tiempo).

— Los que más tienen son los más tacaños, avaros, egoístas y mezquinos.

Estas dos aseveraciones son propias de nuestra especie. Con diferente grado de convicción, son dichas por casi todos.

Este dato de la realidad podría ser interpretado de, por lo menos, dos maneras:

a) Los pobres son más generosos y humanitarios que los ricos o, simplificando en extremo, «los pobres son más buenos que los ricos»; y

b) Los pobres son más ignorantes de sus derechos y por eso obedecen con máxima obsecuencia cualquier norma moral que se les haga saber. Si a un pobre se le dice que debe seguir las enseñanzas de Jesús, es muy probable que lo haga con mayor sumisión que un rico que conoce sus derechos.

De estas conclusiones podríamos sacar otra: los pobres son pobres porque son obedientes y los ricos son ricos porque son desobedientes.

Esto también podría expresarse diciendo: Los ricos son ricos porque son todos corruptos, amorales y delincuentes, mientras que los pobres son pobres porque tienen una conducta ética y obedecen las normas.

Más aún: alguien podría afirmar que los pobres son confiables, buenos ciudadanos, buenos amigos, buenos padres de familia, mientras que los ricos son exactamente todo lo contrario.

Este conjunto de afirmaciones, creencias, prejuicios, tendrían que agravar la desigualdad económica que suele desvelar a los economistas y a los gobernantes, pues es tan adorable ser pobre y tan vergonzoso ser rico, que para serlo, no solo hay que trabajar mucho y romperse la cabeza, sino además hay que remar contra la corriente de las simpatías populares.

Desde el punto de vista afectivo, ser pobre está subsidiado por la sociedad, recibe un estímulo fuerte, es alentado por la mayoría, compuesta por los mismos pobres y también por quienes consideran que esa clase social abandona recursos materiales que facilitan la apropiación por parte de quienes son y seguirán siendo ricos.

En suma: Nuestra cultura distorsiona la Naturaleza de varias formas, una de las cuales consiste en generar normas, prejuicios, leyendas, que estimulan el enriquecimiento de unos pocos sin quitarle placer a la mayoría.

(Este es el Artículo Nº 2.200)

La depresión y Dios



 
Las drogas que mejoran la depresión probablemente dulcifican la rebeldía, moderan la arrogancia, domestican químicamente al deprimido.

Nadie sabe qué es la depresión. Solo conocemos sus síntomas: decaimiento, pesimismo, apatía, desinterés, tristeza, dolor moral, sentimientos de culpa.

La medicina cree que existen unas sustancias (neurotrasmisores) en el cerebro cuyo déficit es causante de este desorden anímico. El psicoanálisis cree que una mala resolución de la conflictiva edípica podría ser una de las causas, entre otras.

Sin poseer más certeza que otros, propongo una hipótesis explicativa, solo para quienes no dependen de las opiniones académicas, famosas, prestigiosas. Le propongo una idea para que usted (si respeta su propia opinión) evalúe.

Lo que quizá ocurra es que algunas personas (las que padecen depresión) tienen fuertes dificultades para ser humildes, para asumir que otros les den órdenes, que otros tengan más (dinero, prestigio, hijos, sabiduría, salud) que ellos.

El deprimido es un buscador de jefes que lo gobiernen, que le impongan un límite invencible a sus deseos, a sus ganas frustradas de hacerlo todo.

El deprimido quizá sea alguien que necesita estar sobre endeudado porque, hasta cierto punto, la presión impuesta por los acreedores le da una cierta paz, aunque al costo de tener que pagar mucho dinero por concepto de intereses, multas, recargos.

El jefe ideal de un deprimido es Dios. Este es un personaje en cuya existencia muchos pueden creer, y que está a la altura de la arrogancia de los deprimidos. Dios es una autoridad que todo lo posee en forma infinita: bondad, poder, conocimiento.

En suma: quizá la dificultad de un deprimido esté provocada porque no logra someterse, ni a las leyes naturales, (que hasta cierto punto desprecia porque las considera aptas solamente para los animales), ni a las leyes sociales, (que obedece bajo protesta, porque su hidalguía le impide ser delincuente), ni a las órdenes de sus ocasionales jefes o clientes, (porque valen demasiado poco como seres humanos como para merecer darle órdenes).

Las drogas que mejoran la depresión probablemente dulcifican su rebeldía, moderan su jactancia, lo domestican químicamente.

(Este es el Artículo Nº 2.215)