viernes, 6 de diciembre de 2013

Pedofilia: amor condenable

  
Aunque la palabra pedofilia significa ‘amor a los niños’, se usa para designar un delito terrible, repudiado unánimemente por todos.

Para una persona vocacionalmente interesada en saber del ser humano, todo haría pensar que tiene que estudiar psicología, psicoanálisis, historia, antropología, sociología, filosofía, anatomía y fisiología humanas.

Con estas aproximaciones se habrá empezado a dar cumplimiento a aquella orden milenaria que dice: «conócete a ti mismo».

Para continuar, en un segundo nivel de conocimientos, tendrá que estudiar derecho, legislación comparada (de varios pueblos), sistemas judiciales, sistemas penitenciarios, psiquiatría.

Para terminar el cursillo de Introducción al conocimiento del ser humano, convendría que se especialice en Derecho penal, es decir, el derecho relativo a las leyes, instituciones o acciones destinadas a perseguir crímenes o delitos.

Al evaluar la complejidad y la inversión de tiempo que impondrían estos estudios entendemos por qué aquella orden milenaria («conócete a ti mismo») nunca se cumple.

Desde mi inseguro punto de vista, los crímenes y delitos parecen ir en aumento porque los legisladores tampoco tuvieron tiempo de «conocerse a sí mismos». Por eso hacen leyes que solo castigan al delincuente, quien vuelve a reincidir cuando cumple su condena.

Por ejemplo, estamos todos de acuerdo en que la prostitución y la pornografía infantil son delitos muy conmocionantes, perturbadores, indignantes.

Las personas que cometen estos delitos no deben seguir circulando porque son ciudadanos incapaces de respetar las normas de convivencia, pero observemos qué nos ocurre con los niños, observemos la pedofilia de los ciudadanos comunes.

— Amamos a los niños;
— Reconocemos que los niños son bellos;
— Con toda lógica, prohibimos la sexualidad con los niños;
— Sin embargo, las mujeres se depilan casi totalmente, en la mayoría de los casos, para emular la falta de pilosidad en el cuerpo infantil.

Conclusión: Popularmente se imita la ausencia de pilosidad infantil con fines eróticos.

(Este es el Artículo Nº 2.098)


El preocupante poder de los médicos


El poder de la corporación médica y de las empresas farmacéuticas constituye una situación que lamentablemente debería preocuparnos.

Una familia con muchos hijos sabe qué diferentes pueden ser las personas a pesar de poseer la misma genética y de ser criados en un mismo hogar.

Dos inmigrantes italianos, que llegaron a los Estados Unidos cuando en Italia pasaban hambre y en la joven nación todo era entusiasmo y oportunidades, tuvieron cinco niños, a todos los criaron con la misma devoción, pero el segundo, Bruno, nació en un crudo invierno de Chicago y cuando cumplió cuatro años no tuvo la fiesta que esperaba porque los padres eran muy pobres y el negocio de colocación de vidrios en invierno era cuando menos vendía.

Pero Bruno tuvo todo un año para pensar en su triste situación, en que debía hacer algo para que ese cumpleaños sin fiesta no volviera a repetirse y, gracias a su ingenio y audacia, logró tener su fiestita.

Las ventas comenzaron a subir cuando la fecha de su cumpleaños se acercaba.

Así ocurrió hasta los nueve años, cuando por exceso de ambición, cometió un error que le transformó el día de su cumpleaños en un día de severa penitencia. En lugar de romper tirando piedras las ventanas de tres casas cercanas, quiso tener una fiesta mejor y rompió los vidrios de cinco casas. Este hecho llamó la atención, los padres pensaron, preguntaron, y descubrieron al pequeño delincuente.

Me preocupa la condición humana, porque seguramente yo soy como ese niño aunque menos inteligente o menos ambicioso, pero qué pasa cuando los médicos pueden hacer y deshacer, encubiertos por su corporativismo y por un saber que los aísla de quienes sabemos poco y nada de anatomía, fisiología, medicamentos, cirugía.

¿Ellos priorizarán el cuidado de mi salud o de sus ventas?

(Este es el Artículo Nº 2.061)


sábado, 9 de noviembre de 2013

Sudar nunca fue un castigo


Es posible pensar que sufrimos trabajando y sudando, porque estamos milenariamente sugestionados con lo que consideramos fue un castigo bíblico.

En varios artículos (1) he mencionado el castigo bíblico, según el cual, tendremos que ganarnos el pan con el sudor de la frente.

Por lo tanto, sudar tiene que ser molesto porque de lo contrario no sería un castigo.

Ya estamos acostumbrándonos a ver muchos varones que les pagan a una empresa para que le alquile máquinas, con las que sudan a mares levantando pesos, corriendo sobre cintas móviles o pedaleando en bicicletas deliberadamente resistentes al esfuerzo del ciclista.

Este hábito, por el que los usuarios pagan, pone en duda que sudar sea penoso. Llegó la hora entonces de preguntarse si aquel castigo por haber comido una manzana era realmente un castigo penoso o, por el contrario, solo estaba informando que los humanos perderían un supuesto subsidio divino para alimentarse.

Lo expreso de otro modo: si los seres humanos de aquella época estaban acostumbrados a recibir gratuitamente la comida, el castigo no consistía en tener que sudar sino en tener que pagar por la comida. Por haber comido una manzana tuvimos que empezar a ganar dinero para comprar el pan. El castigo fue el fin de la gratuidad, no el tener que sudar.

¿Qué hacen los gobiernos de izquierda con los más pobres? Les suspenden el castigo y vuelven a permitir que reciban un subsidio, como el que tenían aquellos seres humanos transgresores que se comieron la manzana prohibida.

Claro que, como los gobernantes de izquierda no tienen entre sus filas a un dios todopoderoso que les haga milagros generando comida de la nada, no tienen más remedio que robar, expropiar o quitarle dinero a los que sí se ganan la vida sudando.

En suma: sudar nunca fue un castigo.






(Este es el Artículo Nº 2.052)


Metáfora de un embarazo masculino


Durante tres días fue tapa de diarios el escandaloso juicio con el que Graciana Dotti demandó a su esposo, Víctor Lacustre, acusándolo de haberle robado la idea sobre el negocio que los enriqueció.

La mujer salió a los medios despotricando contra ese «plagiador, ladrón, abusador» y, sin quedarse atrás, Víctor respondía una por una las acusaciones.

El público tomó partido rápidamente: unos estaban a favor de ella y otros a favor de él.

Eran hinchadas diferentes. A ella la apoyaban mujeres feministas y muy pocos hombres; mientras que a él lo apoyaban, moderadamente, personas de diferente extracción. Los noticieros le daban mayor cobertura a las más ruidosas, exaltadas, escandalosas y apenas publicaban las lacónicas opiniones que defendían al empresario.

A última hora de la tarde, un portavoz del juzgado comunicó a la prensa cuál había sido el resultado del litigio: atendiendo al testimonio de los litigantes (marido y esposa), en tanto coincidían en que la idea había sido de la señora y que su puesta en práctica había sido de responsabilidad del señor, «esta corte resuelve que el 90% del capital accionario pertenece al empresario y que el restante 10% pertenece a su esposa, quien aportó la idea».

La noticia cayó como una bomba entre la ruidosa hinchada que apoyaba el reclamo de la mujer. Se acusó de machismo a la justicia en general y al juez actuante en particular, de discriminación de género, de violencia doméstica al esposo.

Cuando, seis meses después, los ánimos volvieron a su cauce, el juez cumplió su promesa de ser entrevistado por un conocido periodista.

La entrevista fue realmente breve porque el juez fundamentó el fallo diciendo: la señora solo puso la idea, como el varón solo pone el semen, pero quien gestó la empresa fue el empresario, como hace una mujer cuando gesta.


Los avances tecnológicos son revolucionarios


La piratería informática es una consecuencia ineludible de los avances tecnológicos, pero los delitos contra la propiedad irán desapareciendo.

Si yo compro un libro y quiero compartirlo con todos mis amigos, estoy perjudicando al autor, al editor y al librero, porque ninguno de ellos ganará por la venta de ejemplares a quienes lean el que yo les presté.

Si yo compro un libro y quiero compartirlo con todos mis amigos, pero no tengo ganas de estar esperando a que uno me lo devuelva para prestárselo a otro, le saco tantas fotocopias como necesite para darles, (ya no prestarles), un juego a cada uno y listo, pero nuevamente aparece el perjuicio para el autor, el editor y el librero.

Si yo compro un libro y quiero compartirlo con todos mis amigos y poseo un escáner que me permita digitalizar cada página de la obra para enviar, a mis amigos, los archivos adjuntos por e-mail, puedo hacerlo con la generación de los perjudicados que mencioné.

Pero como mis amigos tienen muchos amigos y reenviar un adjunto es algo muy sencillo, llegará un punto en que la difusión gratuita será enorme.

Fue por eso que, cuando me encontré con el autor en una feria de libros y lo felicité sinceramente por su gran novela, él me respondió con similar excitación, diciéndome: «¡¿Ah, fue usted quien compró mi libro?!».

Ahora pondré un ejemplo del futuro, aún sabiendo que del futuro no podemos tomar ejemplos.

Los ladrones prefieren robar, en primer lugar, dinero, en segundo lugar, bienes de rápida comercialización.

La tecnología informática avanza aceleradamente para que cada vez más compras se realicen por Internet y se paguen con tarjetas de crédito.

La industria del robo está bajo amenaza, pero las grandes tiendas también. Los correos, mensajerías y administradores de tarjetas de crédito sonríen complacidos.

(Este es el Artículo Nº 2.038)



No somos tan merecedores de amor desinteresado

  
Es vergonzoso que seamos tan crédulos, infantiles e ingenuos de suponer que somos tan valiosos como para merecer amor desinteresado.

El objetivo de este artículo es reflexionar sobre qué nos conviene a cada uno, sobre qué es lo mejor para cada uno de nosotros.

Cuando digo «para cada uno de nosotros» estoy pensando en el nivel individual integrado al nivel familiar. En otras palabras: nuestro pensamiento individual incluye los intereses de la familia que tenemos bajo nuestra responsabilidad, incluidas las mascotas.

Por lo tanto, cuando una mujer o un varón adultos piensan egoístamente, lo hacen teniendo en cuenta al propio cuerpo y al cuerpo de esas otras personas que reconocemos alcanzadas por nuestro compromiso de ayudarlas, protegerlas, proveerlas de lo que razonablemente necesitan para tener una calidad de vida digna.

Si bien existen miles de leyes, tenemos que saber, reconocer y no olvidar jamás, que algunos integrantes de nuestra especie obtienen sus ingresos depredándonos legalmente.

Las ideologías de izquierda nos distraen insistiendo con que los empleadores capitalistas son nuestros enemigos, pero lo que propongo comentar en este artículo es que nuestros empleadores no son los únicos que intentan robarnos, estafarnos, engañarnos como a niños.

En todo caso, los empleadores dejaron de ser los más peligrosos porque casi todos tenemos claro que, si estuviéramos en su lugar, también seríamos explotadores.

Lo que sigue siendo una imperdonable vulnerabilidad está en la discapacidad que tenemos para hacer nuestras propias evaluaciones sobre cómo estamos y sobre qué es lo que realmente nos conviene.

Nuestra más vergonzosa discapacidad consiste en que aceptamos los consejos como si alguien pudiera cuidar de nuestros intereses mejor que nosotros mismos.

Es vergonzoso que seamos tan crédulos, infantiles e ingenuos de suponer que somos tan valiosos como para merecer tanta bondad desinteresada.

Acepte mi diagnóstico: ¡usted no inspira tanto amor!


Pagar para comprometerse

  
Los honorarios que paga un paciente en análisis le hacen tomar conciencia de que busca soluciones para problemas exclusivamente suyos.

Entre delincuentes también existen formas de administrar los recursos humanos, compuestos por otros delincuentes secundarios, auxiliares, colaboradores, subordinados a los líderes.

La fidelidad de los malhechores es un asunto tanto o más preocupante que la fidelidad matrimonial. Si los secuaces hablaran de más, si llegaran a algún acuerdo con la policía o con los jefes de bandas competidoras, las pérdidas podría llegar a ser totales: decomiso de los bienes patrimoniales, encarcelamiento de los jefes, erosión del prestigio entre la gente del hampa.

Por eso, para los líderes resulta fundamental que todo el personal delictivo esté muy involucrado en el oficio y, sobre todo, comprometido, es decir, que en caso de que algo salga mal, nadie pueda tener una coartada que legalmente lo desvincule de las acciones delictivas.

En otras palabras, los delincuentes son muy celosos de la fidelidad de los socios y del personal afectado a las actividades de su especialidad: robo a particulares, rapiñas, asalto a empresas e instituciones recaudadoras o transportadoras de valores, secuestro, ocupación, contrabando, defraudación fiscal, trata de personas, narcotráfico.

Por lo tanto, la fidelidad de los participantes se la espera por razones morales, amistad, nobleza y se la refuerza logrando que todos sean igualmente culpables ante la ley. Es decir, que la complicidad sea estrecha e ineludible.

Este prólogo puede funcionar como metáfora de algo muy diferente.

Los tratamientos psicoanalíticos nunca pueden ser gratuitos y los honorarios que pagan los pacientes no son iguales para todos: algunos pagan más y otros pagan menos.

Si bien los honorarios del psicoanalista constituyen su medio de vida, lo más importante es que el paciente sepa y sienta que paga (compromiso, involucramiento, complicidad) para cambiar su forma de ser.

(Este es el Artículo Nº 2.057)


La medicina como metáfora de la policía


Nuestra inteligencia, confundida por las metáforas, puede razonar que es más fácil descubrir y controlar delincuentes que microbios.

En otros artículos (1) he mencionado algo sobre los beneficios y contra-indicaciones de las metáforas.

Resumidamente, estas comparaciones nos permiten facilitar la comprensión de nuevos conocimientos, tomando como referencia a los ya sabidos, pero resulta que nuestra tendencia a simplificarlo todo nos lleva a creer que aquello que comparamos diciendo «esto nuevo se parece a esto ya conocido» da lugar a que infinidad de cerebros entiendan que «esto nuevo es IDÉNTICO a esto ya conocido».

Una de las comparaciones-metáforas más populares es la de entender que la medicina es la ciencia encargada de combatir nuestras enfermedades, por lo cual, para entender mejor, podemos pensar que «la Medicina es un ejército de gente que lucha contra los microbios».

Hasta acá, todo es muy razonable, didáctico, maravillosamente entendible. Con esta técnica pedagógica casi nadie se quedará sin entender qué es la Medicina, siempre y cuando sepa que los ejércitos son empleados públicos encargados de defender el territorio nacional de posibles ataques desestabilizadores de las instituciones o violadores de la soberanía.

En casi cualquier cabeza se desarrolla una reflexión interesante: Si los empleados públicos militares combaten eficazmente a los microbios que son tan pequeños, ¿por qué, entonces, los empleados públicos policías no son capaces de combatir a los enormes delincuentes?

La reflexión continúa: Si los médicos pueden ver, atacar y combatir a enemigos microscópicos, los policías ¿no pueden ver, atacar y combatir enemigos mucho más visibles? Para peor, se dice que los microbios nos atacan por millones, pero los delincuentes no nos atacan por millones, son relativamente pocos.

Estas reflexiones, de las que nunca se habla, alientan la sensación de inseguridad ciudadana, a la vez que la Medicina recibe más aprobación, clientes y dinero.



(Este es el Artículo Nº 2.064)


Extraviados en el presente


El «presente» fue angustiante en todas las épocas porque demoramos en entender qué está ocurriendo y en saber cómo deberíamos actuar.

Aunque he tenido alguna experiencia desagradable, reconozco que la inseguridad ciudadana me preocupa menos que la preocupación por la inseguridad ciudadana.

En otras palabras, quizá por deformación profesional, (soy psicoanalista), tengo la sensibilidad a flor de piel con fenómenos tales como las neurosis, la angustia y la psicosis colectiva (hipocondría, pánico).

La historia nos informa que en todas las épocas existe un pico máximo de alarma pública, ya sea por la guerra, el desabastecimiento, las pestes.

Por lo tanto, los híper sensibles al fenómeno reaccionamos en todas las épocas de la misma manera: pensando, buscando soluciones, proponiendo hipótesis, estrategias, alternativas.

Algo muy conmovedor es que se han sumado a la delincuencia los menores de dieciocho años, que hasta ahora son inimputables en casi todos los países pero que seguramente se irán convirtiendo en imputables a medida que las fechorías que cometen sean más y más irritantes.

Hasta cierto punto es esperable que un niño cometa un asalto a mano armada porque todos entendemos que a esa edad acostumbran a copiar lo que ven, y en los programas de televisión casi todos los personajes refuerzan sus dichos apuntando al interlocutor con un revólver.

No es tan fácil comprender que un niño de 16 años termine preso por el FBI porque participó en un sabotaje informático a MasterCard y Paypal desde su casa en La Haya (Holanda).

Es cierto que cuando uno es atacado por un delincuente, generalmente nervioso, la situación es tan estresante como recibir una llamada a media noche, o tener un accidente de tránsito o quedar en medio de una manifestación con represión policial, pero lo que más nos angustia es que no comprendemos qué (nos) está pasando.

(Este es el Artículo Nº 2.054)


Más realistas que el rey

  
Quienes parecen ser «más realistas que el rey» son disimulados transgresores de la prohibición del incesto y de otras obligaciones.

Los seres vivos tenemos muchas formas y comportamientos que nos diferencian: aves, mamíferos, peces, vegetales, microbios. La variedad es muy grande.

Los humanos, como los demás seres vivos, también tenemos características que nos diferencian del resto.

Una de esas características es que nos observamos con especial atención, sin que podamos afirmar que las demás especies también lo hacen.

Algunos dicen que los humanos nos prohibimos el incesto para formar parte de los grupos (¿manadas?) que creamos y que llamamos «cultura».

Los antropólogos confirman que, de una u otra manera, en todas las culturas existe este requisito fundamental: a los integrantes se les impide satisfacer un deseo muy intenso: copular con algún pariente (madre, padre, hermano).

Por lo tanto, para que podamos disfrutar de los beneficios de ser considerados humanos, debemos cumplir el requisito de abstenernos de satisfacer un deseo tan fuerte como es el de formar una pareja conyugal con un familiar directo.

Claro que no somos tan sumisos como para respetar esta prohibición y quedarnos muy tranquilos. Nuestra cabecita inquieta y transgresora no para de inventar estrategias para hacer trampa, eludir la prohibición, pecar, delinquir.

Es que el precio de ser admitidos en la sociedad humana no solamente es la prohibición del incesto, después nos agregan sobre-precios tales como son respetar la propiedad privada, la monogamia, no mentir.

Estos abusos de los administradores sociales de turno, (gobernantes, padres, Estado, religiones, empleadores, maestros), nos generan dudas, incertidumbre, ansiedad, disconformidad, deseos de aumentar los intentos transgresores.

Como forma de eludir los costos que se agregan a la prohibición del incesto, algunos transgresores-simuladores parecen prohibirse más de lo que se les pide. De ellos decimos que «son más realistas que el rey».

(Este es el Artículo Nº 2.045)


lunes, 7 de octubre de 2013

La esclava elige al amo



 
Instintivamente, el macho humano se siente dueño de la mujer que lo eligió como padre de sus hijos.

En varios artículos (1) les he comentado que, muy probablemente sea la mujer la que elige al varón que será padre de sus hijos.

En nuestras culturas, dominadas por la fuerza bruta que aporta un mayor esqueleto muscular presente en el sexo masculino, es necesario pensar que son los varones quienes conquistan a las mujeres.

Todo lo que pensamos de nosotros mismo, nuestras macro-creencias, necesitan una cierta coherencia para que sean creíbles. No tenemos empacho en forzar las percepciones con tal de respetar la coherencia.

Es bastante notorio que son las mujeres las que seducen a los varones, sin embargo, para respetar la coherencia, preferimos decir que son los machos dominantes los conquistadores y que son las hembras dominadas las que, subyugadas ante el esplendor de estos ‘pavos reales’, caen a los pies de sus conquistadores.

Desafortunadamente, o por suerte, son las hembras humanas en celo (ovulando) quienes excitan sexualmente al varón que prefieren para padre de sus hijos.

Pero en este fenómeno ocurre algo interesante, que comparto con ustedes.

Los varones somos cazadores, recolectores, constructores, guerreros, competitivos y, muy especialmente, ladrones. Los varones tenemos escasamente desarrollado el concepto de «propiedad privada ajena» y tenemos híper desarrollado el sentimiento de «propiedad privada propia».

Basta ver las poblaciones carcelarias según los sexos y ninguna otra estadística será necesaria.

Cuando un varón se da cuenta que fue elegido por una mujer para padre de sus hijos, rápidamente se sentirá dueño de ella.

Ella se sentirá instintivamente gratificada por los celos de su nuevo dueño, porque es eso lo que necesita: un varón que literalmente la posea y que, además de fecundarle los hijos que ella desee, se haga responsable como «buen padre de familia».

     
(Este es el Artículo Nº 2.025)

La inteligencia justifica cualquier aberración



  
Nuestra inteligencia también sirve para justificar cualquier aberración. Por esto, algunos apoyan, o no critican, las condenas a muerte.

¿Será cierto que la Revolución Cubana fusiló a miles de opositores?

Tanto podemos pensar que es cierto como que no es cierto.

La duda está en que los humanos tenemos intenciones homicidas reprimidas y no nos extrañaría que algunos semejantes las tengan menos reprimidas que otros.

En algunos artículos publicados he sugerido que el principio de propiedad privada, en nuestra especie, no está tan arraigado como suponemos. Más bien es una norma que nos hemos impuesto para organizar mejor nuestra convivencia, pero que en el fondo, no estamos muy de acuerdo con ella. No es una idea que salga de nuestro instinto, más bien está impuesta por la cultura y, como ocurre con otras imposiciones culturales, estamos permanentemente tentados a transgredirla.

Por estas intenciones es que nos escandalizamos cuando somos víctimas de un robo, pero nos distraemos cuando evadimos impuestos; por estas intenciones es que condenamos la pena de muerte en general, aunque nuestra cabeza se llena de excepciones cuando la indignación nos convierte en homicidas seriales alegando que tendríamos que hacer justicia ejemplarizante.

Las condenas a muerte están inspiradas en un idealismo infantil, según el cual matamos para que «nunca más» ocurra eso que tanto nos molestó.

Los delitos contra la propiedad y contra la vida, (robos y homicidios), intentan ser justificados porque algunos tienen más de lo que necesitan, porque algunos no saben cuidar lo que tienen, porque los ladrones solo se toman demasiadas atribuciones. Asimismo, los asesinos seriales (como podrían ser los líderes de la Revolución Cubana), alegan que, sin esa «limpieza», el objetivo revolucionario quedaría tan mal protegido como el que sufre un robo porque descuida sus bienes.

Nuestra inteligencia también sirve para justificar cualquier aberración.

(Este es el Artículo Nº 2.040)

Los sudamericanos glorificamos el robo exitoso



 
Las revoluciones libertadoras latinoamericanas son ejemplos de robos exitosos que, cada tanto, para homenajear a los héroes, tratamos de imitar

Creo que para una mayoría de hispanoparlantes sería legítimo que el dueño de un establecimiento agropecuario trasladara a la ciudad donde vive la mayor parte de lo que se produce en el campo del que es propietario.

Lo repito al revés: Creo que para una minoría de hispanoparlantes sería ilegítimo y condenable que ese terrateniente estuviera obligado a dejar en su establecimiento agropecuario la mayor parte de lo que en él se produce.

La historia de América tiene algo de parecido al ejemplo anterior. Cuando en 1492 llegaron los españoles, se consideraba que el descubrimiento los hacía propietarios. Por eso la Corona Española se apropió de este continente y se llevó para España todo lo que encontró útil, especialmente metales preciosos.

Sin embargo, muchos nos inflamamos de fervor reivindicativo reclamándole a España que nos devuelva lo que nos robó..., como si los peones de la estancia exigieran al dueño que devuelva la producción que se llevó para la ciudad.

A los sudamericanos nos enseñan que los revolucionarios que nos independizaron fueron héroes a los que tenemos que glorificar eternamente: Simón Bolívar, José de San Martín, Joaquim José da Silva Xavier, Túpac Catarí, José Martí, José María Morelos, José Gervasio Artigas, Francisco Solano López, Óscar Arnulfo Romero, Augusto César Sandino, Juan José Arévalo, Francisco Morazán, Bernardo O’Higgins, Antonio Nariño, Ely Alfaro, Túpac Amarú II, Omar Torrijos.

Cuando digo «glorificar eternamente», también estoy diciendo «copiar eternamente». El mejor homenaje consiste en imitar al homenajeado, tomarlo como ejemplo.

Los revolucionarios son depredadores que, cuando tienen éxito, se convierten en héroes homenajeables e imitables, y que cuando fracasan refuerzan la estabilidad del régimen que intentaron derrocar.

En suma: los sudamericanos glorificamos el robo exitoso.

(Este es el Artículo Nº 2.014)