miércoles, 7 de mayo de 2014

El miedo a lo deseado



 
Les comento algunos argumentos sobre por qué alguien que toma excesivas precauciones para no padecer algunos eventos desafortunados, en el fondo desearía que ocurriera lo que pretende evitar.

Como siempre tendemos a suponer que nuestra conducta es coherente con la lógica o que nuestra psiquis está alineada con el sentido común, suponemos que sería imposible desear lo mismo que nos atemoriza.

Todo hace suponer que no, que nuestros temores pueden ser deseos inconfesables, ilógicos, vergonzosos.

En el video les comento el caso de quienes tienen miedo a los ladrones, comentando que ese temor, que nos lleva a convertir nuestra casa en un bunker, tiene como contracara inconsciente desear sentirnos poseedores de objetos apetecidos para alguien, aunque este sea un ladrón.

Otro motivo estimulante del deseo es el de entrar dentro de las estadísticas más populares, pues ¿quién no ha sido robado en estos últimos tiempos?

También agregaba que ser víctima es otra forma de protagonismo, interesante para más de uno que toma mil precauciones para impedir la entrada de ladrones, pero que, cuando se va de vacaciones, se enteran hasta los vecinos más lejanos.

Sería grato sufrir esas peripecias para poder tener tema de conversación por mucho tiempo, para tener una anécdota con la que podamos atraer la atención en las próximas cincuenta reuniones familiares o con amigos.

Si los gobernantes pertenecen a una opción política de la que no somos votantes, el placer es aun mayor pues podremos despotricar contra su ineficacia en la seguridad ciudadana, aprovechando la situación para idealizar una vez más la supuesta pericia de nuestros candidatos.

Como en lo más recóndito de nuestra mente, cada varón fue un guerrero hace cientos de generaciones, el robo nos permitirá justificar los gastos, preparativos y acciones de control de toda la familia, la que quedará sometida a un estado de sitio impuesto por el samurái de la casa.

A partir de esa experiencia desafortunada, en la mente del gladiador se pondrán en marcha imaginarias precauciones, estrategias, combates heroicos, presenciados por los ojos azorados de las mujeres y de los niños de la familia, que no podrán creer el valor de aquel buen padre que parecía tan pacífico...mientras nadie lo molestara demasiado.

Estos son algunos argumentos sobre por qué alguien, que toma excesiva protecciones para evitar la acción de los intrusos, en el fondo desearía que existiera algún incidente que pusiera en juego toda esa filmografía.

(Este es el Artículo Nº 2.205)

El quejoso perfecto



 
En este artículo podemos dar un vistazo muy parcial a las infinitas relaciones que se producen entre los integrantes de un grupo de trabajo o de convivencia familiar.

¿Por qué alguien es quejoso?

El quejoso es un rol necesario en casi cualquier agrupamiento. En algunas técnicas de análisis grupal se le llama «el portavoz», es decir, aquel que denuncia lo que varios, (no solo el que protesta porque se siente incómodo), sienten que no anda bien la producción grupal.

Estos roles son asignados casi automáticamente. Así como un director de teatro dirá qué actor representará a cada personaje, los grupos operativos, (aquellos integrados para analizar y resolver algún asunto concreto), hacen algo parecido de manera espontánea, sin que nadie realice las designaciones.

Si observamos desde afuera el funcionamiento de estos grupos de trabajo, veremos que cuando alguien asume un rol, todo haría pensar que el grupo valida este hecho, lo ratifica, inclusive podría suponer que el proceso fue el inverso, es decir, que el grupo asignó primero y que el asignado asumió después. Pues no: cada uno siente la necesidad de quejarse, o de reclamar, o de apaciguar, o de convertirse en víctima, o de indignarse, o de aportar información, o de denunciar los errores de procedimiento, o de redactar conclusiones parciales (en la mitad del proceso) o finales.

Otra característica llamativa es que difícilmente los roles tengan a más de un integrante. Es decir, cuando alguien asume ser el quejoso, reclamante, plañidero, otros no sienten deseos de tomar también ese rol y, aunque hubiesen deseado ocuparlo, pueden llegar a criticar al quejoso, pero no a remplazarlo.

Los roles son muchos, dependiendo de cuál sea la tarea del equipo.

Una familia es un equipo. En ella encontramos roles: jefe, sub-jefe, subalternos, adjuntos (familiares adoptivos), amigos visitantes, chivo expiatorio, saboteador, delincuente odiado o protegido, invasor, santo, confesor, moralista, transgresor, cuestionador, revolucionario, por mencionar solo algunos.

En el video hice alusión a una determinada situación referida al enfrentamiento entre un reclamante y un reclamado. Como todos sabemos, las interacciones dentro de un grupo familiar son múltiples (entre cónyuges, padre con hijo predilecto, madre con suegra, hija con novio visitante).

(Este es el Artículo Nº 2.200)