viernes, 5 de octubre de 2012

Para ser buenos tenemos que ser malos



   
Un buen ciudadano es aquel que sabe todo lo débil que es, acepta poseer los peores atributos, pero sabe convivir.

Que seamos una de las especies más vulnerables es determinante de varias características humanas que tienen por cometido compensar esa debilidad.

Sin embargo, por algún motivo, intentamos ignorar que tratamos de contrarrestar esa particularidad que, probablemente sea avergonzante para quienes aspiramos a ser los reyes de la creación.

Algunas de esas características son:

Agresividad: todos los animales la tienen pero nosotros la tenemos mejor desarrollada por el simple hecho de que somos más incompletos que los demás;

Rencor (afán de venganza): puesto que nuestros principales enemigos suelen ser los mismos humanos, tenemos que combinar la memoria con la agresividad para disuadir a quienes supongan que somos una presa fácil para sus intenciones depredadoras;

Envidia (deseo e impulso a ocupar el lugar de quienes están mejor): es vital para nosotros huir de esa debilidad que nos es propia, por eso, cuando vemos a otros que han alcanzado logros superiores a los nuestros, intentamos hacer lo mismo o, en todo caso, quitarle ese bienestar para que deje de molestarnos una referencia tan perturbadora;

Desconfianza: necesitamos ser casi paranoicos para que los peligros no lleguen a afectarnos. Suponer lo peor parece una buen técnica para estar preparados, sin olvidar que «lo peor para una persona débil», es casi todo.

En muchos artículos he mencionado el conocido proverbio «Conócete a ti mismo». Quizá sea el eslogan más adecuado para el psicoanálisis.

Esta lista de características humanas no es completa y mucho menos optimista, pero el objetivo de este artículo consiste en comentar con usted que un buen ciudadano es aquel que sabe todo lo débil que es, acepta poseer los peores atributos (agresividad, rencor, envidia, violencia, odio homicida, ladrón, estafador, etc.), pero sabe convivir.

Otras menciones del concepto «Conócete a ti mismo»:

           
(Este es el Artículo No. 1694)

Ventajas de la inseguridad ciudadana



   
La sensación de que es peligroso utilizar dinero beneficia a las empresas administradoras de tarjetas de crédito y a los gobiernos.

Alguien con suficientes recursos podría modificar las creencias, sentimientos y formas de reaccionar de una población.

Sin embargo esto es impracticable la mayoría de las veces porque ni los gobiernos tienen tantos recursos como los que serían necesarios.

En suma: la publicidad («Divulgación de noticias o anuncios de carácter comercial para atraer a posibles compradores, espectadores, usuarios») y la propaganda («Asociación cuyo fin es propagar doctrinas, opiniones»), pueden, con suficiente duración, amplitud, insistencia, habilidad, cambiar algunas creencia, sentimientos y formas de reaccionar de una población.

La publicidad y la propaganda pueden trasmitirse a través de los medios de comunicación tradicionales (diarios, radio, televisión, Internet) o en los centros de estudio, en las congregaciones religiosas, en los partidos políticos, en los sindicatos, en los clubes deportivos, en los lugares de trabajo.

Las empresas administradoras de tarjetas de crédito se especializan en emitir estos medios de pago que en definitiva procuran sustituir a los billetes bancarios, los papeles monetarios, el dinero efectivo.

Como hacen esta administración con fines de lucro, harán lo posible para que sean muy aceptadas por la población. El objetivo es que todos las usemos aunque para ello tengamos que pagar los costos de su administración más la mencionada ganancia de las empresas que las emiten.

También se benefician los gobiernos porque así logran tener un infalible control de cuánto gasta cada ciudadano que la usa (el tarjeta-habiente). De esta forma la evasión fiscal disminuye y se obtienen datos interesantes sobre los hábitos de consumo de los gobernados.

Sería una buena publicidad de las tarjetas y una buena propaganda de los gobiernos, generar una sensación de inseguridad para que usemos tarjetas de crédito en vez de dinero robable.

Otras menciones del concepto «tarjeta de crédito»:

       
(Este es el Artículo Nº 1.683)

Los errores intencionales con fines de lucro



   
La Administración Pública está expuesta a los «errores intencionales con fines de lucro»: por eso es ineficiente.

En otro artículo (1) resumí su contenido diciendo:

«La coherencia es una cárcel intelectual, defendida por quienes, con tal de no cometer errores optan por no hacer nada».

El miedo a cometer errores tiene como componente principal las críticas que otros nos hagan.

Esas críticas pueden provenir de quienes son perjudicados por nuestro desempeño, de quienes se arrogan el derecho de juzgarnos y de nosotros mismos.

No puedo dejar de mencionar los «pseudo-errores con fines de lucro», esto es, aquellas trampas, hurtos o defalcos, que cometemos contando con que, de ser descubiertos, alegaremos que se trata de una simple equivocación.

En general los humanos nos llevamos mal con la velocidad. El trabajo apurado es un seguro proveedor de fallos.

Con estos elementos puedo comentar algo sobre qué ocurre con la lentitud y el costo de las burocracias.

La «Administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y las formalidades superfluas», define a la «burocracia», etimológicamente: «gobierno de los burócratas», es decir, el conjunto de los servidores públicos.

La Administración Pública está expuesta a los «errores intencionales con fines de lucro»: por eso es ineficiente.

 
(Este es el Artículo Nº 1.680)

 

Reunión financiera



Tengo que decirlo aunque me duela: mi padre era una mala persona.

Nunca se sabía cómo reaccionaría ante los hechos más variados: ¿acompañará a mi madre al médico o le dará esa orden a su anterior esposa?; ¿tendremos que simular su presencia cuando un piquete de empleados venga a manifestar con pancartas en la puerta de nuestro edificio?; ¿le hará otro desaire a mi tío, (hermano de mi mamá), por milésima vez?

Mi padre era muy locuaz, tenía argumentos para cualquier discusión y un desparpajo olímpico: un verdadero caradura con facilidad de palabra y velocidad mental (utilizada para el mal, según su propia definición).

A mi tío le faltaba esa inteligencia, tartamudeaba mucho cuando se ponía nervioso (ante la más leve irrespetuosidad de cualquiera). Era muy considerado con su esposa e hija y con su hermana (mi madre). Inclusive era considerado con mi padre, a quien respetaba como si se lo mereciera.

En el plano económico ocurría lo que siempre ocurre: los buenos son pobres y los ricos son desconsiderados.

En otras palabras: mi padre mantenía a su anterior familia a cuerpo de rey, (esposa y 4 hijos adolescentes) y también a nosotros, con muchas más comodidades de las que precisábamos.

Por el contrario, mi tío era muy imaginativo, le encantaba escribir poemas y a veces hablaba conmigo sobre los negocios que haría si tuviera un poco más de dinero.

En una reunión familiar entre los más íntimos, mi tío comentó ante todos que tenía una idea brillante para la que necesitaba financiamiento.

Desarrolló la idea con una abundancia de datos que parecían haber sido muy bien estudiados.

Debo reconocer que la idea era fantástica. Durante la exposición comencé a darme cuenta que el inescrupuloso de mi padre se la robaría.

Una vez concluida su extensa, y un poquito aburridora explicación, todos pensamos que mi tío le pediría un préstamo a mi padre, quien hasta ese momento lo había mirado sin inmutarse, como un jugador de póquer.

Antes de que el tío formulara su pedido, quizá demorándose por esa tartamudez que lo enlentecía al hablar, mi padre le dijo: «Sos un pajero, cuñadito».

(Este es el Artículo No. 1696)