Tengo que decirlo aunque me duela: mi padre era una mala persona.
Nunca se sabía cómo reaccionaría ante los
hechos más variados: ¿acompañará a mi madre al médico o le dará esa orden a su
anterior esposa?; ¿tendremos que simular su presencia cuando un piquete de
empleados venga a manifestar con pancartas en la puerta de nuestro edificio?;
¿le hará otro desaire a mi tío, (hermano de mi mamá), por milésima vez?
Mi padre era muy locuaz, tenía argumentos para
cualquier discusión y un desparpajo olímpico: un verdadero caradura con
facilidad de palabra y velocidad mental (utilizada para el mal, según su propia
definición).
A mi tío le faltaba esa inteligencia,
tartamudeaba mucho cuando se ponía nervioso (ante la más leve irrespetuosidad
de cualquiera). Era muy considerado con su esposa e hija y con su hermana (mi
madre). Inclusive era considerado con mi padre, a quien respetaba como si se lo
mereciera.
En el plano económico ocurría lo que siempre
ocurre: los buenos son pobres y los ricos son desconsiderados.
En otras palabras: mi padre mantenía a su
anterior familia a cuerpo de rey,
(esposa y 4 hijos adolescentes) y también a nosotros, con muchas más
comodidades de las que precisábamos.
Por el contrario, mi tío era muy imaginativo,
le encantaba escribir poemas y a veces hablaba conmigo sobre los negocios que
haría si tuviera un poco más de dinero.
En una reunión familiar entre los más íntimos,
mi tío comentó ante todos que tenía una idea brillante para la que necesitaba
financiamiento.
Desarrolló la idea con una abundancia de datos
que parecían haber sido muy bien estudiados.
Debo reconocer que la idea era fantástica.
Durante la exposición comencé a darme cuenta que el inescrupuloso de mi padre
se la robaría.
Una vez concluida su extensa, y un poquito
aburridora explicación, todos pensamos que mi tío le pediría un préstamo a mi
padre, quien hasta ese momento lo había mirado sin inmutarse, como un jugador
de póquer.
Antes de que el tío formulara su pedido, quizá
demorándose por esa tartamudez que lo enlentecía al hablar, mi padre le dijo: «Sos un pajero, cuñadito».
(Este es el Artículo No. 1696)
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