sábado, 9 de noviembre de 2013

Extraviados en el presente


El «presente» fue angustiante en todas las épocas porque demoramos en entender qué está ocurriendo y en saber cómo deberíamos actuar.

Aunque he tenido alguna experiencia desagradable, reconozco que la inseguridad ciudadana me preocupa menos que la preocupación por la inseguridad ciudadana.

En otras palabras, quizá por deformación profesional, (soy psicoanalista), tengo la sensibilidad a flor de piel con fenómenos tales como las neurosis, la angustia y la psicosis colectiva (hipocondría, pánico).

La historia nos informa que en todas las épocas existe un pico máximo de alarma pública, ya sea por la guerra, el desabastecimiento, las pestes.

Por lo tanto, los híper sensibles al fenómeno reaccionamos en todas las épocas de la misma manera: pensando, buscando soluciones, proponiendo hipótesis, estrategias, alternativas.

Algo muy conmovedor es que se han sumado a la delincuencia los menores de dieciocho años, que hasta ahora son inimputables en casi todos los países pero que seguramente se irán convirtiendo en imputables a medida que las fechorías que cometen sean más y más irritantes.

Hasta cierto punto es esperable que un niño cometa un asalto a mano armada porque todos entendemos que a esa edad acostumbran a copiar lo que ven, y en los programas de televisión casi todos los personajes refuerzan sus dichos apuntando al interlocutor con un revólver.

No es tan fácil comprender que un niño de 16 años termine preso por el FBI porque participó en un sabotaje informático a MasterCard y Paypal desde su casa en La Haya (Holanda).

Es cierto que cuando uno es atacado por un delincuente, generalmente nervioso, la situación es tan estresante como recibir una llamada a media noche, o tener un accidente de tránsito o quedar en medio de una manifestación con represión policial, pero lo que más nos angustia es que no comprendemos qué (nos) está pasando.

(Este es el Artículo Nº 2.054)


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