domingo, 4 de agosto de 2013

Robin Hood también roba para él



 
A quienes menos les importa la pobreza es a los mismos pobres.

La pobreza es una gran fuente de ingresos.

Los pobres cumplen su tarea tan solo existiendo y formando parte de un gran prejuicio que dinamiza el negocio de evitar la pobreza

— exigiéndoles más impuestos a los ricos, o

— chantajeando emocionalmente a los pudientes para que hagan donaciones de sus riquezas, o

— engañándolos para que imaginen privilegios especiales en un más allá que algunos religiosos prometen con insólito desparpajo.

La pobreza es una gran fuente de ingresos porque justifica una transferencia de recursos que va de los ricos:

— a las filantrópicas O.N.G.’s encargadas de ayuda humanitaria;

— a los gobernantes populistas que aumentan los impuestos a la renta, al capital, a las ganancias, para quedarse con la tajada del león, con la que se enriquecen personalmente y enriquecen al partido político que los mantienen en la industria de la redistribución de la riqueza;

— a los religiosos que prometen y predican una vida mejor para después de la muerte.

Merece un párrafo aparte el tema de la venta de indulgencias (1). Hubo una época (especialmente en el siglo 16) en la que la Iglesia Católica vendía a buen precio un perdón de todos los pecados para que los ricos no la pasaran tan mal en el supuesto trámite del Purgatorio.

Para entender mejor por qué la pobreza es una  gran fuente de ingresos para una cantidad de avivados inescrupulosos disfrazados de compasivos, tendríamos que pensar cómo sería la humanidad sin pobres.

El modelo de corrupción justificada por la ayuda a los pobres es el legendario Robin Hood, quien robaba a los ricos para repartir entre los pobres, rol este que, con indisimulado orgullo, desempeñan los partidos de izquierda.

A quienes menos les importa la pobreza es a los mismos pobres.

 
(Este es el Artículo Nº 1.960)

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