miércoles, 9 de abril de 2014

Cónyuges y hermanos menores


Los celos que se desatan causados por la infidelidad conyugal son tan destructivos porque resultan de la acumulación de los celos que no pudimos manifestar hacia nuestros hermanos menores, más los que se generan en la relación matrimonial.

¿Por qué los celos pueden llegar a inspirar deseos homicidas entre cónyuges? Una posible respuesta breve sería: Por desplazamiento.

Los celos quizá sean una especie de hambre afectiva. Necesitamos ser amados, especialmente por quienes más necesitamos. El modelo inicial es la madre. Necesitamos a mamá cuando acabamos de nacer, y luego también y más luego también, aunque ella sea remplazada por otra persona.

Generalmente los varones deseamos que mamá sea remplazada por otra mujer, pero si somos homosexuales deseamos que el sustituto sea masculino. Generalmente las mujeres desean que mamá sea remplazada por un varón, pero si son lesbianas desean que la reemplazante sea femenina.

Cuando somos más pequeños, más vulnerables y más necesitados de mamá, el nacimiento de un hermano equivale a un destierro, máxima pena impuesta por los griegos a los peores delincuentes y traidores.

Lo que siente un niño cuando nace un hermano es imposible de describir, entre otros motivos porque el capital verbal de quien lo padece es particularmente pequeño, pero sobre todo porque la pasión asesina inunda cada rincón afectivo con una ola de lava.

Sin embargo, la tragedia empeora, porque los adultos, que deberían amar y proteger al pequeño, en lugar de comprenderlo, mimarlo, alentarlo, reconocer por el calvario que está pasando, se dedican a relativizar el motivo de sufrimiento. Lo alientan diciéndole que ahora va a tener un hermanito con quien jugar y demás tonterías, inaceptables para quien sea y muchos más inaceptables para el niño que sufre la amenazante invasión.

El fenómeno vuelve a repetirse, con matices, cuando nuestro cónyuge (mamá sustituta) nos informa que también se complace teniendo sexo con otros. Sin embargo, esta historia que se repite adolece de una variante fatal: quienes se enteran de la situación, no vienen a decirnos que ahora vamos a tener un amante de nuestro cónyuge para ir a ver fútbol, nos alientan a que los matemos a él y a ella cuando están juntos, o que lo matemos a él solo, o que la matemos a ella.

En suma: debemos aceptar que nuestros padres se llenes de hijos, pero no debemos aceptar que nuestro cónyuge se llene de amantes.

Los hermanos menores son tan insufribles como los amantes de nuestro cónyuge, pero como no podemos protestar por los hermanos, entonces juntamos el odio que nos inspiran ambas situaciones. Es por eso que los celos de la infidelidad conyugal son desproporcionadamente destructivos.

 (Este es el Artículo Nº 2.177)


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