Aunque la policía y la justicia
están observando qué hacen los malvivientes, tienen por principal cometido
cuidarnos... de nosotros mismos.
En otro artículo (1) comentaba que nuestra
psiquis, nuestra idiosincrasia, la forma de ser de los seres humanos, depende
de la intolerancia.
Para expresarlo de otra manera, así como
cuidamos nuestra piel por razones estéticas pero también porque es el órgano
más grande y que nos separa del mundo exterior, me animaría a decir que la
intolerancia es la versión psíquica de la piel.
Agrego otra semejanza entre la intolerancia y
la piel:
Todos nos irritamos cuando los delincuentes
nos alteran la calma, cuando cometen alguna de sus tropelías, robando, matando,
destruyendo. Nuestra piel también se irrita cuando es raspada, cortada,
perforada por un insecto.
En un tono bastante ingenuo puedo decir que el
manotazo que aplasta al mosquito que lastima la piel, se parece a lo que
querríamos hacer con los delincuentes que nos «roban» la tranquilidad, objetos queridos,
dinero: aplastarlos sin perder mucho tiempo en un juicio.
Para
nuestra valoración subjetiva inmediata, perturbada por el enojo, furiosos por
la pérdida inesperada, un mosquito y un delincuente son tan semejantes que
parecen idénticos.
Las
políticas públicas no fueron inventadas solamente para darle trabajo a mucha
gente y disminuir artificialmente los índices de desocupación. Un segundo
motivo fue moderar las reacciones de los ciudadanos porque sabemos de qué somos
capaces cuando nos enojamos.
La policía
y la justicia están ahí, puestas por nosotros mismos, para que nos impidan
tomar medidas irreversibles, para que no causemos destrozos huracanados, para
ayudarnos a evitar un genocidio con la familia de quien nos robó una gallina.
Por lo
tanto, aunque estamos de acuerdo con que la policía y la justicia están
observando qué hacen los malvivientes, tienen por principal cometido
cuidarnos... de nosotros mismos.
(Este es el
Artículo Nº 1.656)
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