martes, 4 de septiembre de 2012

La policía y la justicia




Aunque la policía y la justicia están observando qué hacen los malvivientes, tienen por principal cometido cuidarnos... de nosotros mismos.

En otro artículo (1) comentaba que nuestra psiquis, nuestra idiosincrasia, la forma de ser de los seres humanos, depende de la intolerancia.

Para expresarlo de otra manera, así como cuidamos nuestra piel por razones estéticas pero también porque es el órgano más grande y que nos separa del mundo exterior, me animaría a decir que la intolerancia es la versión psíquica de la piel.

Agrego otra semejanza entre la intolerancia y la piel:

Todos nos irritamos cuando los delincuentes nos alteran la calma, cuando cometen alguna de sus tropelías, robando, matando, destruyendo. Nuestra piel también se irrita cuando es raspada, cortada, perforada por un insecto.

En un tono bastante ingenuo puedo decir que el manotazo que aplasta al mosquito que lastima la piel, se parece a lo que querríamos hacer con los delincuentes que nos «roban» la tranquilidad, objetos queridos, dinero: aplastarlos sin perder mucho tiempo en un juicio.

Para nuestra valoración subjetiva inmediata, perturbada por el enojo, furiosos por la pérdida inesperada, un mosquito y un delincuente son tan semejantes que parecen idénticos.

Las políticas públicas no fueron inventadas solamente para darle trabajo a mucha gente y disminuir artificialmente los índices de desocupación. Un segundo motivo fue moderar las reacciones de los ciudadanos porque sabemos de qué somos capaces cuando nos enojamos.

La policía y la justicia están ahí, puestas por nosotros mismos, para que nos impidan tomar medidas irreversibles, para que no causemos destrozos huracanados, para ayudarnos a evitar un genocidio con la familia de quien nos robó una gallina.

Por lo tanto, aunque estamos de acuerdo con que la policía y la justicia están observando qué hacen los malvivientes, tienen por principal cometido cuidarnos... de nosotros mismos.



(Este es el Artículo Nº 1.656)

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