No siempre queremos resolver nuestros problemas,
pero cuando sí lo queremos preferimos que otros los resuelvan.
Dicen que la ciencia se
aprende y que el arte se roba. Un proverbio nos recuerda que «Saber vivir es la
clave porque vivir cualquiera sabe».
Estas ideas pueden ser
interpretadas como suficientes para resolver todos los problemas de la vida,
como si fueran mágicas, como si equivalieran a un «abracadabra, pata
de cabra», conjuro eficaz si los hay.
Los refranes y proverbios provocan esa sensación de sabiduría profunda,
en tanto imaginemos que la sabiduría más profunda es tan sencilla que solo es
accesible para los superdotados.
Los superdotados son personas
estadísticamente a-normales, pero poseedoras de una anomalía que extrañamente
llena de orgullo a los padres que parten de la base de que ser más que nadie es
algo que aporta calidad de vida, sin reconocer que algunas excelencias son la
única causa de vidas infelices, de existencias frustradas y de mal pronóstico.
Pero en realidad quería
comentarles algunas formas de funcionamiento mental que, cuando las tenemos en
cuenta, podemos evitar algunos pequeños inconvenientes.
Por algún motivo que desconozco,
cada vez que tratamos de resolver un problema utilizando el antiguo método de
listar prolijamente todas las causas para luego comenzar a resolverlas de a
una, resulta que nuestra inteligencia solo atina de incluir las causas sobre
las cuales no podemos influir, las que están radicalmente fuera de nuestro
control.
Por algún motivo que
desconozco, cada vez que tratamos de hacer la lista de todas las personas
responsables en la existencia de ese problema que necesitamos resolver, resulta
que nuestra inteligencia solo atina a incluir a los demás responsables,
excluyéndonos.
Una hipótesis de por qué
nuestro cerebro actúa así diría que en realidad queremos que el problema lo
resuelva otra persona.
(Este es el Artículo Nº 1.739)
●●●
No hay comentarios:
Publicar un comentario