martes, 29 de mayo de 2012

Gracias a los blancos yo soy negro


Es probable que algunos delincuentes no puedan ser honestos porque perderían su único rasgo identificatorio (ser delincuentes).

Para que uno pueda percibir necesita los contrastes. Si ponemos blanco sobre blanco, no percibimos nada, pero si ponemos negro sobre blanco, ahí sí que se percibe todo: la figura y el fondo.

Para que alguien se sienta un buen ciudadano, tienen que existir malos ciudadanos, porque los primeros perseveran en su actitud positiva gracias a que con ella se sienten existir, constatan tener notoriedad, son percibidos, otros los registran, los califican, los admiran, los aplauden,. Estos hechos sociales son fundamentales para conservar la salud mental (e indirectamente, física por aquello de «cuerpo sano en mente sano»).

Por su parte los malos ciudadanos también obtienen los mismos resultados porque se sienten percibidos cuando los exhiben en las crónicas policiales, cuando son castigados. Aunque parezca insensato, el recurso de delinquir para sentirse percibidos (y por lo tanto, existentes), es el menos malo al que pudieron acceder.

Honestos y ladrones obtienen de sus respectivos roles una sensación sin la cual no podrían vivir: saberse reconocidos, tenidos en cuenta, registrados, señalados, nombrados, identificados.

Lo mismo sucede con todas las demás polaridades: ricos-pobres, laboriosos-vagos, puritano-licencioso, sano-enfermo, memorioso-amnésico, diestro-torpe y así hasta el infinito.

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