En mis
intercambios vía e-mail con colegas criminólogos de habla hispana me contaban
sobre los cambios verificados en la conducta de los ladrones de viviendas.
Hasta hace unos 15
años estos delincuentes estaban orgullosos cuando podían entrar a una finca muy
bien protegida por diferentes técnicas de seguridad y era una anécdota
predilecta la incursión delictiva sin despertar a los moradores.
Sin embargo, los
nuevos ladrones están comenzando a tener una actitud diferente. Son más
violentos, sienten que ganan puntos antes sus pares cuando reducen a los dueños
de casa, los atan, actúan a cara descubierta dejándose ver, despliegan
actitudes despectivas y humillantes ante las víctimas.
El aumento en la
severidad de las penas también aumenta la agresividad y temeridad de estas
personas porque para ellos el riesgo no
es disuasivo sino estimulante. No es casual que esto coincida con
un desarrollo de los deportes extremos realmente importante (surf, caida libre,
carrera de supervivencia, descenso de ríos, escalada vertical, paracaidismo
amateur, skate acrobático, ciclismo acrobático, submarinismo a pulmón libre,
etc.).
Es muy curioso
que estos actos depredadores suelen incluir la extraña costumbre de defecar en
la casa robada, a veces escriben graffiti ofensivos con esos excrementos o usan
juguetes de peluche como papel higiénico.
Como Freud
encontró que el dinero simboliza a los excrementos fecales, estas nuevas
conductas darán más trabajo a los psicoanalistas.
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