Hace 12 años mandamos hacer una cabaña que nos tenía enamorados a mi compañera y a mí porque cumplía todos nuestros sueños.
Ubicada a metros del Océano Atlántico, es muy rústica y
sencilla. Por ejemplo, el techo es de una fibra vegetal que crece en la zona,
ideal por sus cualidades térmicas y
sobre todo por cómo amplifica el sonido de la lluvia.
Algunos inconvenientes con esta vivienda nos llevó a
consultar con una arquitecta sobre un posible reciclaje. Ese techo requiere un
continuo tratamiento contra plagas y sobre todo para disminuir al máximo su
capacidad combustible. Por este mismo motivo, el seguro contra incendio tiene
una tasa muy elevada. Por su misma precariedad, es casi imposible protegerla
contra robos.
El diagnóstico profesional fue desalentador. El techo no se
puede sustituir por uno mejor porque éste es más pesado y no sería sustentado
ni por las paredes ni por los cimientos. La única solución es desarmarla y construir
una casa nueva desde cero.
Esto nos hizo
recordar otras vivencias parecidas porque tienen en común el haber construido ideas, creencias,
mitos y convicciones basados en la omnipotencia que sentíamos cuando aún no habíamos
tenido suficiente contacto con la realidad.
En términos más
económicos, cuando hay que volver a empezar de cero se produce un cierto
retroceso (pérdidas) que pueden evitarlo aquellos jóvenes menos afectados por
el idealismo.
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