Existe enriquecimiento
ilícito cuando un servidor público (empleado, funcionario, parlamentario electo
por la población) no pudiere justificar el legítimo aumento de su patrimonio o
la legítima procedencia de los bienes a su nombre.
Por ejemplo, el funcionario que autoriza la construcción de una obra
pública, puede quedarse con una parte de la inversión y enriquecerse
ilícitamente.
En todos los países existieron, existen y existirán personas que
aprovechen el cargo que ocupan para beneficiarse personalmente.
Todos ellos aceptaron el cargo enterados de que cobrarían una cierta
remuneración a cambio de realizar una tarea específica.
¿Por qué esos funcionarios o gobernantes abusan del poder que tienen,
perjudicando (robando) a toda la población al apoderarse del dinero que
aportaron con el pago de impuestos?
¿Qué diferencia existe entre un punguista que nos quita dinero del
bolsillo en la calle y un «ladrón de guante blanco»?
Una de las diferencias está en que el importe que nos lleva el punguista
es mucho menor que el que nos llevan los funcionarios y gobernantes corruptos.
Otra de las diferencias está en que el robo que nos hace el punguista
solemos descubrirlo cuando notamos la inesperada ausencia de nuestra billetera,
mientras que el robo que perpetra el jerarca no lo percibimos en absoluto. Sólo
suponemos que se apoderó de nuestro dinero porque los medios de comunicación
informan sobre el proceso y condena por «apropiación indebida de fondos
públicos».
Podemos ver además que nuestra reacción
es mucho más violenta contra el punguista que contra el corrupto, porque:
— Nos robó en forma expresa y personalizada. Fuimos elegidos por él y el
daño se convierte en algo personal entre el punguista y yo.
— Contra el delincuente nos sentimos fuertes pero frente al gobernante
nos sentimos débiles y los cobardes siempre atacamos a los débiles y toleramos
a los fuertes.
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