jueves, 28 de junio de 2012

La cobardía de los jueces


Existe enriquecimiento ilícito cuando un servidor público (empleado, funcionario, parlamentario electo por la población) no pudiere justificar el legítimo aumento de su patrimonio o la legítima procedencia de los bienes a su nombre.

Por ejemplo, el funcionario que autoriza la construcción de una obra pública, puede quedarse con una parte de la inversión y enriquecerse ilícitamente.

En todos los países existieron, existen y existirán personas que aprovechen el cargo que ocupan para beneficiarse personalmente.

Todos ellos aceptaron el cargo enterados de que cobrarían una cierta remuneración a cambio de realizar una tarea específica.

¿Por qué esos funcionarios o gobernantes abusan del poder que tienen, perjudicando (robando) a toda la población al apoderarse del dinero que aportaron con el pago de impuestos?

¿Qué diferencia existe entre un punguista que nos quita dinero del bolsillo en la calle y un «ladrón de guante blanco»?

Una de las diferencias está en que el importe que nos lleva el punguista es mucho menor que el que nos llevan los funcionarios y gobernantes corruptos.

Otra de las diferencias está en que el robo que nos hace el punguista solemos descubrirlo cuando notamos la inesperada ausencia de nuestra billetera, mientras que el robo que perpetra el jerarca no lo percibimos en absoluto. Sólo suponemos que se apoderó de nuestro dinero porque los medios de comunicación informan sobre el proceso y condena por «apropiación indebida de fondos públicos».

Podemos ver además que  nuestra reacción es mucho más violenta contra el punguista que contra el corrupto, porque:

— Nos robó en forma expresa y personalizada. Fuimos elegidos por él y el daño se convierte en algo personal entre el punguista y yo.

— Contra el delincuente nos sentimos fuertes pero frente al gobernante nos sentimos débiles y los cobardes siempre atacamos a los débiles y toleramos a los fuertes.

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