martes, 5 de junio de 2012

¡Qué maravilla! ¡Me pagaste!


Ayer terminé el artículo titulado «Alguien se regaló mi celular» con la oración: «Podría decirse de ellos [los regalos] que son robos al revés. »

Efectivamente son un truque con una contrapartida de valor cero. Entrego algo a cambio de nada ...  como el ladrón se llevó mi celular sin pagármelo.

Pero, claro, entre personas inteligentes y con la cultura suficiente para tener incorporados los criterios de valor y de comparación de valores, no es esperable que exista un error como le sucede al ladrón analfabeto.

Por lo tanto debemos suponer que la contrapartida del regalo existe, sólo que no es dinero sino que es alguna otra cosa que no parece asociada al regalo inicial.

Efectivamente, esa contrapartida se genera porque quien recibe el regalo recompensará al regalador algo de valor equivalente, en otra ocasión y simulando que se trata de un impulso afectivo provocado por el aprecio que el beneficiado inspira en quien hace el regalo.

En realidad se realiza un trueque simple, pero con un ritual que permita la ilusión de que entre ambas acciones de regalar no hay reciprocidad sino pura casualidad.

Esta pantomima se reafirma con teatralizaciones de sorpresa, alegría ligeramente exagerada, y alguna expresión del tipo «¡Muchas gracias!¡No te hubieras molestado!¡Es precioso!¡Es justo lo que estaba necesitando!».

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