En el artículo anterior titulado Que nunca falte la falta terminaba diciendo que es la actitud
inconciente de muchas personas —que no confían en que la naturaleza les mantendrá
con la energía física y anímica suficiente—, ambicionar con desmesura el tener
deseos y necesidades.
Con esta lógica llegamos a situaciones coherentes pero que
pueden extrañar a quienes no conozcan su funcionamiento.
Si uno procura ayudarlas, seguramente les estará causando un
perjuicio. Cuando uno colabora con alguien le está quitando necesidades y si
éstas son consideradas como algo tan valioso, entonces llegamos a la insólita
situación de que una colaboración es registrada como un hurto.
El que comedidamente trata de quitarle las necesidades a
quien hace cosas inconcientemente para que nunca le falten, está teniendo una
conducta que socialmente merece el agradecimiento. El que recibe la ayuda sabe que debe estar agradecido pero sin
embargo sólo le surgen sentimientos de rechazo y no entiende por qué
(recordemos que su estrategia es inconciente y que por lo tanto él tampoco la
conoce).
El beneficiario de la ayuda se siente mal y no sabe porqué,
aunque una vez conocida cuál es su estrategia de vida podemos entender que el
comedido lo está robando y que él no puede evitarlo ya que culturalmente
debería estar agradecido.
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