martes, 5 de junio de 2012

«Recuerdo que me olvidé»



Una de las funciones más importantes de la memora es olvidar. De esta forma es posible pensar que todo lo que no recuerde, no existió.

Dicho de otra forma: Si estoy seguro de que existe en mi cerebro una función que registra y guarda TODO lo que me sucede, en algún lugar tendría que estar aquella vez que (según dicen) tuve la mala idea de robar una manzana en la frutería, pero si ese recuerdo no está, entonces puedo estar «seguro» de que nunca robé una manzana. Por lo tanto, lo que me cuentan los testigo de aquel hecho es falso. Resultado: No creeré que alguna vez robé.

La memoria entonces es una función muy amigable. Ella guarda cierta información en un lugar accesible, otra la guarda en un lugar poco accesible y otra directamente la esconde. Gracias a esta noble administración de mis recuerdos, mantengo mi cabeza en orden, prolija, sin archivos perturbadores o comprometedores.

Esta política higiénica con la que se administran mis recuerdos se combina con la convicción de que no existe en mí algo que elimine recuerdos por pura conveniencia. Debo pensar que el extravío de recuerdos no sólo no se produce sino que además, en caso de que algo se pierda, será sólo por accidente y nunca porque sea ventajoso. Es muy valioso para los humanos que estos extravíos no nos comprometan, que se realicen sin que seamos consultados ni informados. Los olvidos nunca serán responsabilidad nuestra.

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