Existe una etapa de nuestras vidas (cuando
tenemos entre 6 y 9 años de edad) en la que vivimos un intenso conflicto entre
lo que deseamos y lo que sabemos que está expresamente prohibido.
Algunos
niños generan una formación reactiva, consistente
en dedicarse exageradamente a realizar lo contrario de lo que desean.
Tanto el deseo
como la formación reactiva, son
procesos inconscientes.
Por
ejemplo, pueden aparecer incontrolables perfeccionismos en
la higiene porque sienten que el afecto por la suciedad les
traerá problemas sociales graves.
Cuando
alguien se ruboriza ante una situación que podría ser amorosa, casi seguro que
su deseo inconsciente es muy intenso a favor de tener un desborde sexual.
Y cuando
esta conducta de rechazo feroz e inconsciente queda instalada en la
personalidad del adolescente y del adulto, nos encontramos con un doble
discurso, del cual daré algunos ejemplos:
— «Abajo los gobiernos de derecha (pero
exterminemos a los delincuentes)»;
— «¡Cárcel para los evasores de impuestos! (pero
quisiera traerme una computadora de contrabando)»;
— «¡Condenemos la trata de blancas! (pero sigo
con mi marido porque me mantiene)»;
— «¡No soporto a quienes fuman! (aunque lo estuve
haciendo hasta hace poco y tuve que abandonarlo porque la propaganda me inculcó
miedo)»;
— «Los ricos son ricos de tanto robarle a los pobres que son
buenos, ingenuos, indefensos (pero si yo fuera rico no diría
esta sarta de tonterías)».
En términos
generales, las personas que padecen una formación reactiva,
desean una cosa pero no pueden satisfacerla porque en el contexto social que
viven serían censurados, condenados y castigados en los hechos.
Debo
resaltar que la contradicción es muy enérgica precisamente porque ambos
factores en conflicto son inconscientes. Por ejemplo: el rechazo
a los ricos es tan vehemente como el deseo de tener mucho dinero.
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