martes, 26 de junio de 2012

«Mi colaboración es totalmente desinteresada»


Existe una etapa de nuestras vidas (cuando tenemos entre 6 y 9 años de edad) en la que vivimos un intenso conflicto entre lo que deseamos y lo que sabemos que está expresamente prohibido.

Algunos niños generan una formación reactiva, consistente en dedicarse exageradamente a realizar lo contrario de lo que desean.

Tanto el deseo como la formación reactiva, son procesos inconscientes.

Por ejemplo, pueden aparecer incontrolables perfeccionismos en la higiene porque sienten que el afecto por la suciedad les traerá problemas sociales graves.

Cuando alguien se ruboriza ante una situación que podría ser amorosa, casi seguro que su deseo inconsciente es muy intenso a favor de tener un desborde sexual.

Y cuando esta conducta de rechazo feroz e inconsciente queda instalada en la personalidad del adolescente y del adulto, nos encontramos con un doble discurso, del cual daré algunos ejemplos:

— «Abajo los gobiernos de derecha (pero exterminemos a los delincuentes)»;

— «¡Cárcel para los evasores de impuestos! (pero quisiera traerme una computadora de contrabando)»;

— «¡Condenemos la trata de blancas! (pero sigo con mi marido porque me mantiene)»;

— «¡No soporto a quienes fuman! (aunque lo estuve haciendo hasta hace poco y tuve que abandonarlo porque la propaganda me inculcó miedo)»;

— «Los ricos son ricos de tanto robarle a los pobres que son buenos, ingenuos, indefensos (pero si yo fuera rico no diría esta sarta de tonterías)».

En términos generales, las personas que padecen una formación reactiva, desean una cosa pero no pueden satisfacerla porque en el contexto social que viven serían censurados, condenados y castigados en los hechos.

Debo resaltar que la contradicción es muy enérgica precisamente porque ambos factores en conflicto son inconscientes. Por ejemplo: el rechazo a los ricos es tan vehemente como el deseo de tener mucho dinero.

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