sábado, 9 de junio de 2012

Pobreza preventiva


Un lector chileno me llamó por teléfono para contarme que había sido víctima de un hurto con violencia (rapiña).

Dos jóvenes lo habían tirado al suelo de un empellón, quitándole el dinero, un par de lentes de sol y el calzado deportivo.

Como fue a plena luz del día y en una zona relativamente concurrida, la segunda sorpresa desagradable que padeció fue que nadie hizo algo para ayudarlo.

Mis comentarios sobre su peripecia los comparto ahora con ustedes: Le llevará unos días —quizás semanas— restablecer la estabilidad emocional que fue alterada por la experiencia traumática; corresponderá que revea algunos hábitos suyos para disminuir la posibilidades de que esto vuelva a ocurrirle y deberá asumir que la suerte es algo que nos afecta o nos beneficia sin que podamos hacer mucho al respecto.

El tema central está en poder reconocer que el derecho a la propiedad está severamente cuestionado por muchas personas sin que los gobiernos puedan tomar medidas eficaces sin transgredir compromisos internacionales que refieren a los derechos humanos.

Quizá la mejor manera de entender estas circunstancias es compararlas con un quebranto de salud. Por ejemplo, tomamos precauciones para no contraer una gripe y con ellas logramos disminuir las posibilidades de enfermarnos pero cada tanto tiempo tendremos que hacer reposo obligado durante una semana para poder sanarnos.

El chileno me decía indignado: «¿Y por qué yo no puedo tener un coche lujoso si tengo el dinero que gané con mi trabajo honesto?». Sin dejar de comprender su molestia, me permití recordarle que si posee ese vehículo se expondrá a que un vándalo le estropee la pintura rayándolo con una simple moneda, o a que alguien se lo robe para vender sus piezas, o a que el gobierno le impida conducir a la velocidad para la que está diseñado.

De modo similar, es conveniente no desabrigarse para no engriparnos.

La realidad no es como debería ser sino simplemente como es.

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