Los estados están gobernados por gente que tienen sus intereses personales como todo el mundo pero dotados de la habilidad para mostrarse como los líderes capaces de llevar al conjunto de votantes a vivir mejor, a ser felices, a satisfacer sus necesidades y hasta les prometen luchar contra quienes sientan odio (ricos, poderosos, ex gobernantes, inmigrantes, etnias, etc.).
La diferencia que
hay entre un ilusionista y un político carismático puede ser muy escasa. Yo
diría que la diferencia es sólo cuantitativa porque las ilusiones capaces de
crear un líder son de mayor tamaño y duración.
Para poder continuar
atendiendo sus intereses personales y la popularidad, necesitan dinero.
El presupuesto de
un gobierno suele ser proporcional al tamaño de la ilusión que pretenden
sostener.
Ese dinero tiene
que salir de los bolsillos de los propios ciudadanos: de los que votaron y de
los que no votaron a esos gobernantes.
Llega un punto en
el que la carga tributaria se convierte en antipática porque los servicios que
el estado dice ofrecer a cambio de esos impuestos, naturalmente que no son tan
buenos porque la mayor parte de la recaudación se gasta en el salario de todas
las personas que de una u otra manera colaboran para la continuidad de esos
gobernantes (burócratas, policías, militares, asesores).
Lo que falta se consigue pidiéndole a los bancos préstamos
que estos no pueden negar.
Para que los bancos
tengan dinero para prestarle al gobierno, tienen que haber personas que
depositen sus ahorros en ellos.
Lo que se necesita
para que los ciudadanos guarden su dinero en los bancos es que la amenaza de
robo sea muy alta, por lo cual, la inseguridad ciudadana es necesaria cuando
los gobiernos necesitan más dinero del que pueden cobrar por concepto de
impuestos.
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