sábado, 16 de junio de 2012

Don Pablo


Aunque me lo contaron como verdadero, no sé si creerlo aunque es verosimil.

En un lujoso edificio habitado por familias ricas trabajaban varios empleados en forma permanente. Uno de ellos, el más antiguo, era el que regenteaba a los demás y —naturalmente— contaba con la confianza de los habitantes.

Este señor estuvo durante años robándole a los dueños bienes cuya ausencia era difícil de notar. Por ejemplo:

— ropa que no se usaría hasta una próxima temporada y que podría haber quedado sin retirar de alguna tintorería;

— alhajas de quien —por su conducta— podría haberla perdido en cualquier lado;

— sumas de dinero que —para el nivel de gasto de la familia—, no desequilibrarían el presupuesto.

Si bien reconozco que estoy contando las andanzas de un ladrón, no dejo de reconocer en él particularidades muy valiosas: disciplina, moderación, inteligencia, sagacidad, perspicacia, poder de observación.

Cuenta esta historia que cometió un error tonto (no sé cual) y que fue despedido sin que a ninguna de sus víctimas se le hubiera ocurrido denunciarlo.
¿Por qué no lo denunciaron? ¿Porque en el fondo lo seguían apreciando? ¿Porque le tuvieron lástima? ¿Porque se identificaron con él? ¿Porque no creen en la justicia? ¿Porque alguna de sus cualidades la hubieran deseado para sí mismos?

No hay comentarios:

Publicar un comentario