Les decía en el artículo titulado El valor de lo que se puede robar que los fabricantes de celulares (y muchos otros objetos) se aseguran de que haya ladrones interesados en robarlo para aumentar su cotización (comercial y afectiva).
Otro día les decía en el artículo titulado «Me robaron el segundo iPhone»
que un cónyuge fiel se desvaloriza y hasta puede resultar aburrido.
Una de las tantas
humoradas famosas de Groucho Marx (1890
- 1977) dice: "No deseo pertenecer a ningún club que acepte como
socio a alguien como yo".
Agrego otro ejemplo
que es tan paradójico como los anteriores: Cuando consultamos a un experto,
necesitamos no entenderle lo que nos dice.
Efectivamente, si
lo que él nos dice es de fácil comprensión, nos ataca un tsunami de
escepticismo, desconfianza y hasta paranoia.
Parafraseando a
Groucho Marx, nuestra inteligencia quizá diga: «No confió en alguien que yo
pueda entender».
Estos ejemplos
señalan nuestra vocación por realizar selecciones adversas, nuestra predilección
por lo menos conveniente.
En otro artículo anterior titulado Mala
puntería
les decía que el efecto óptico llamado refracción (por el que un objeto
sumergido en el agua lo vemos en un lugar distinto al que ocupa realmente) es
un buen ejemplo de cómo necesitamos corregir aquello que vemos y de modo
similar, aquello que pensamos (o elegimos) cuando somos influidos por estas
equivocaciones que cometemos con total naturalidad.
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