El burro persigue la zanahoria y sin darse cuenta mueve el
carro. Nunca deja de perseguirla porque la zanahoria está atada al mismo pero
no lo sabe. Esta equivocación del burro permite que el carro siempre tiene
quien lo mueva.
El ser humano persigue sentirse satisfecho definitivamente.
Nunca interrumpe ese intento porque la sensación de estar incompleto está en su
naturaleza. Esta equivocación del ser humano permite que la vida nunca se
detenga.
El fenómeno se muestra de varias formas. Una de ella es la
envidia (sobre la que ya estuve escribiendo hace un par de días en Odio tu felicidad [http://dineropsi.blogspot.com/2008/08/odio-tu-felicidad.html]).
La energía vital que genera la envida es en forma de odio,
deseo de robar, deseo de matar al que nos la provoca, obtener lo que esa
persona tiene que nos produce envidia.
Por ejemplo, las familias de mi hermano mayor y la mía son
bastante similares, pero ahora él cambió de auto y lo veo tan feliz que siento
odio por su adquisición, desearía apoderarme de su nuevo coche, lo mataría para
no tener que ver como lo disfruta, averiguaré cómo hago para cambiar el mío por
uno igual o mejor que el suyo.
Ésta última es la solución más civilizada y es precisamente
la que sugiere la publicidad cuando me muestra cómo existen personas que no se
sienten incompletas e infelices como yo gracias a que han adquirido el último
modelo del auto marca XX.
Seguramente mi hermano no ha llegado a la felicidad
definitiva ni tampoco llegaré yo cuando me endeude por varios años para cambiar
de auto, sin embargo el sentimiento de envidia que me provocó la publicidad (o
mi hermano), generaron un monto de energía que me mantienen vital ... igual que
al burro con su zanahoria inalcanzable.
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