sábado, 16 de junio de 2012

«El que guarda siempre tiene»


Si un león está satisfecho, quizá podríamos peinarle la melena sin correr mucho riesgo, pero si está hambriento, primero tendríamos que darle de comer.

Estos felinos tienen fama de ser muy agresivos, pero los seres humanos también lo somos, aunque nuestros rugidos sean menos impresionantes.

A pesar de que estamos mayoritariamente de acuerdo con las leyes que hemos redactado para proteger la propiedad privada, en el fondo sabemos que si tuviéramos hambre procuraríamos nuestro alimento sea como sea porque lo haríamos «en defensa propia».

El cerebro nos permite vivenciar imaginariamente escenas tal como si estuvieran ocurriendo.

El realismo de nuestra imaginación puede ser tan efectivo como para emocionarnos con solo suponer que algún día podríamos sufrir carencias que pongan en riesgo nuestra vida.

Sabemos que una carencia extrema nos obligaría a transgredir la ley (robar para comer), con lo cual pasaríamos a tener dos problemas en lugar de uno.

Un temor desproporcionado produce en muchas personas el afán de ahorro desmedido.

En la naturaleza vemos que en todas las especies existen diferentes maneras de prever épocas de escasez (algunos guardan comida, otros generan tejido adiposo, otros disminuyen su actividad), pero nosotros somos los únicos capaces de exagerar y provocarle escasez a los demás.

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