Es tan
abundante el material sobre las molestias que tenemos que sufrir para que el
fenómeno vida no se interrumpa, que creé un blog llamado Vivir duele.
Efectivamente,
parece ser que el fenómeno vida depende de que hagamos cosas provocadas por la
naturaleza, que nos estimula con molestias que pueden aliviarse si hacemos algo
(comer, dormir, fornicar, rascarnos, correr, quedarnos quietos).
No
podemos olvidar que todos los seres vivos formamos parte de la naturaleza. Por
este motivo, tanto somos receptores de esas molestias como somos provocadores
de dolor en otros seres vivos (podar, matar para consumir, alterar los ecosistemas, educar a nuestros
hijos aunque se resistan).
Es
probable que la prohibición del incesto que hemos inventado los humanos (y cuyo
origen y justificación se desconocen), molesta mucho a los niños que desearían
conservar eternamente la comodidad de la vida familiar.
Un
padre ejerce su rol en tanto desee a la madre de sus hijos. No cumple su rol en
tanto esté interesado en otros asuntos que impliquen dejársela a sus hijos.
Ese
grandote gruñón (eficazmente
representado en la literatura infantil precisamente por algún ogro, cruel y
malvado, que felizmente termina
siendo vencido por algún pequeño héroe), tiene que raptar a su esposa de la unión casi biológica que ésta conserva con
sus hijos.
Cuando
el padre malvado le roba a sus hijos la mujer que quieren
para ellos solos, entonces estos no tienen más remedio que empezar a prepararse
para conseguir en otra familia el amor que en la suya no consiguen con la
abundancia que anhelan.
La
naturaleza usa a los padres (varones) para molestar a los hijos hasta que
aprendan a valerse por sí mismos.
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