sábado, 23 de junio de 2012

La matemática no sirve para hacer cálculos


En el artículo titulado Los botones idénticos pero diferentes les comentaba el interesante fenómeno de la contratransferencia.

Debido a él, podemos suponer que una persona que nos acaban de presentar es un poco parecida a nuestro tío predilecto por la forma de hablar pero el traje que tiene puesto es igual al del hombre que nos chocó el auto cuando nos íbamos para la playa hace 22 años, arruinándonos el paseo.

Estas asociaciones inconscientes diseñarán nuestra forma de tratarlo con actitudes generalmente inexplicables (por ejemplo, nos reímos de sus chistes recordando al tío pero desconfiamos de él recordando a quien nos arruinó un paseo).

Todo esto pasa de forma casual pero el mismo fenómeno es utilizado de forma sistemática (con un método) en la educación que recibimos durante nuestros primeros años de vida.

Por ejemplo, cuando nos enseñan las razones y proporciones (aritmética) incorporamos la noción de justicia.

Aunque parezca desvinculado un tema con el otro, alguien que haya desarrollado la capacidad de entender este concepto será un ciudadano con un criterio de justicia más equilibrado que otro que no logró aprender aquellas fastidiosas nociones y que considerará razonable la pena de muerte para un ladrón de gallinas (desproporción).

Con este ejemplo pretendo fundamentar porqué nuestros vínculos se nutren de experiencias pasadas aparentemente desvinculadas del presente, de manera similar a cómo estudiando matemáticas podemos determinar la manera de encarar la convivencia con nuestra comunidad.

La educación nos provee recursos para que cuando se nos presenten ciertas situaciones en las que naturalmente iremos a buscar inconscientemente experiencias pasadas, encontremos datos para que la reacción actual sea favorable a nosotros y a la comunidad.

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