En el artículo titulado Los botones idénticos pero diferentes les comentaba el interesante fenómeno de la contratransferencia.
Debido a él, podemos suponer que una persona que nos acaban
de presentar es un poco parecida a nuestro tío predilecto por la forma de
hablar pero el traje que tiene puesto es igual al del hombre que nos chocó el
auto cuando nos íbamos para la playa hace 22 años, arruinándonos el paseo.
Estas asociaciones inconscientes diseñarán nuestra forma de
tratarlo con actitudes generalmente inexplicables (por ejemplo, nos reímos de
sus chistes recordando al tío pero desconfiamos de él recordando a quien nos arruinó
un paseo).
Todo esto pasa de forma casual pero el mismo fenómeno es
utilizado de forma sistemática (con un método) en la educación que recibimos
durante nuestros primeros años de vida.
Por ejemplo, cuando nos enseñan las razones y proporciones
(aritmética) incorporamos la noción de justicia.
Aunque parezca desvinculado un tema con el otro, alguien que
haya desarrollado la capacidad de entender este concepto será un ciudadano con
un criterio de justicia más equilibrado que otro que no logró aprender aquellas
fastidiosas nociones y que considerará razonable la pena de muerte para un
ladrón de gallinas (desproporción).
Con este ejemplo pretendo fundamentar porqué nuestros
vínculos se nutren de experiencias pasadas aparentemente desvinculadas del presente,
de manera similar a cómo estudiando matemáticas podemos determinar la manera de
encarar la convivencia con nuestra comunidad.
La educación nos provee recursos para que cuando se nos
presenten ciertas situaciones en las que naturalmente iremos a buscar
inconscientemente experiencias pasadas, encontremos datos para que la reacción actual
sea favorable a nosotros y a la comunidad.
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