Un joven de 31 años tuvo mucha suerte pero más que nada tuvo una gran inteligencia para crear una fortuna enorme si tenemos en cuenta la pequeñez del país en el que hizo esa proeza. Hasta cierto punto se explica porque además de su destreza para los negocios financieros, tenía suficientes conocimientos de informática como para que su verdadero campo de operaciones fuera el planeta entero.
A esa edad no quiso seguir creando nueva riqueza sino que
sólo se dedicó a la administración de la renta que le generaba. Para ello
contrató una secretaria y se retiró a un apartamento lujoso que adquirió.
Se comunicó con un informático muy ingenioso y le encargó
que le construyera la computadora más completa que pudiera imaginarse.
Cuando la recibió pudo confirmar que esa pequeña caja
metálica de color plata era casi un robot cuyas acciones a telecomando eran las
mismas que haría un empleado eficiente.
La personalidad del joven millonario empezó a cambiar y cada
vez estaba más recluido en su lujoso apartamento. En cierto momento prefirió
despedir a la secretaria porque con esta computadora ya no la necesitaba. Prefería
no atender el teléfono y sólo miraba películas por televisión.
Cierta vez tuvo un corte de energía en plena tarde y cuando
consultó a la supercomputadora, ésta le informó que se debían a que tenía
varios meses de consumos de luz impagos. Quiso resolver el asunto
telefónicamente y también éste carecía de línea. Minutos después llegaron unos
operarios que se llevaron los muebles y adornos de la casa por orden judicial
por incumplimiento en el pago de algunas deudas hipotecarias.
Su debilitada personalidad por tantos años de encierro no
toleró este shock y salió corriendo de su apartamento hacia la orilla del mar,
gritando «me robaron, me robaron, me
quiero matar, me quiero matar».
Generó tanta
conmoción entre los transeúntes que alguien llamó a un servicio de salud que lo
contuvo y lo internó en un nosocomio psiquiátrico donde quedó en estudio para ser
atendido y sanado.
La supercomputadora
recompuso el verdadero saldo de las cuentas bancarias, se pudieron cobrar los
diferentes acreedores así como también el sanatorio psiquiátrico encontró
habilitada la tarjeta de crédito de la que se cobraría el tratamiento y todo
quedó en espera de un pronto restablecimiento del joven quien seguramente (por
lo menos así fue programada la supercomputadora) haría ciertos cambios en su
vida que lo salvaran de una nueva descompensación psíquica.
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