Que los celos existen, no es una mera creencia.
La pérdida del amor produce miedo,
inseguridad, furia por impotencia.
Es muy probable que necesitemos ser celosos
para conservar nuestra vida.
Si el recién nacido no arma un escándalo cada
vez que su mamá sale de su campo visual, podría llegar a perderse, ser robado,
quedar expuesto a peligros.
El llanto es una señal de alarma como las que
hemos inventado para prevenir incendios, robos y demás accidentes.
Los celos también son una señal de alarma, que
nos avisa que podemos ser abandonados.
De todos modos, las falsas alarmas terminan
siendo un problema más que la prevención de un accidente.
Si alguien pasa fumando cerca de una alarma
contra incendios demasiado celosa,
quizá obligue a evacuar un edificio de varios pisos, innecesariamente.
La sensibilidad más adecuada está dentro de un
rango que se vuelve normal porque es la que posee una mayoría de personas.
Alguas particularidades psicológicas,
favorecen la existencia de una sensibilidad a-normal (fuera del rango de
sensibilidad más común).
Quienes están convencidos de que sus gustos y
preferencias son —o deben ser— las universales, están en problemas.
Me refiero a quienes no pueden entender cómo
existen personas que —por ejemplo—, no disfrutan del fútbol, la cumbia y la
carne de vacuno asada.
Estas personas necesitan suponer que sus
códigos personales (gustos, ideas, creencias), son los normales, lo únicos
sanos, los perfectos.
Seguramente usted conoce personas así.
Están tan seguros de esas suposiciones, que
han dejado de preguntar a los demás si están o no de acuerdo con sus propuestas.
Peor aún: estas personas, no pueden imaginar
que existan quienes no estén enamorados de su cónyuge.
Por lo tanto, estos individuos pensarán así:
todos amamos el fútbol, la cumbia, la carne de vacuno asada y a mi cónyuge.
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