viernes, 29 de junio de 2012

Los amantes de mi cónyuge


Que los celos existen, no es una mera creencia.

La pérdida del amor produce miedo, inseguridad, furia por impotencia.

Es muy probable que necesitemos ser celosos para conservar nuestra vida.

Si el recién nacido no arma un escándalo cada vez que su mamá sale de su campo visual, podría llegar a perderse, ser robado, quedar expuesto a peligros.

El llanto es una señal de alarma como las que hemos inventado para prevenir incendios, robos y demás accidentes.

Los celos también son una señal de alarma, que nos avisa que podemos ser abandonados.

De todos modos, las falsas alarmas terminan siendo un problema más que la prevención de un accidente.

Si alguien pasa fumando cerca de una alarma contra incendios demasiado celosa, quizá obligue a evacuar un edificio de varios pisos, innecesariamente.

La sensibilidad más adecuada está dentro de un rango que se vuelve normal porque es la que posee una mayoría de personas.

Alguas particularidades psicológicas, favorecen la existencia de una sensibilidad a-normal (fuera del rango de sensibilidad más común).

Quienes están convencidos de que sus gustos y preferencias son —o deben ser— las universales, están en problemas.

Me refiero a quienes no pueden entender cómo existen personas que —por ejemplo—, no disfrutan del fútbol, la cumbia y la carne de vacuno asada.

Estas personas necesitan suponer que sus códigos personales (gustos, ideas, creencias), son los normales, lo únicos sanos, los perfectos.

Seguramente usted conoce personas así.

Están tan seguros de esas suposiciones, que han dejado de preguntar a los demás si están o no de acuerdo con sus propuestas.

Peor aún: estas personas, no pueden imaginar que existan quienes no estén enamorados de su cónyuge.

Por lo tanto, estos individuos pensarán así: todos amamos el fútbol, la cumbia, la carne de vacuno asada y a mi cónyuge.

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