El dinero que usamos diariamente está controlado por los bancos centrales de nuestros respectivos países. Esos billetes son de «curso legal y forzoso», es decir que su uso es legítimo y estamos obligados a tomarlo como forma de pago.
Los mismos billetes
son usados tanto en transacciones legales como ilegales.
¿Cuáles son las
ilegales? Son: robo, tráfico de drogas, prostitución, contrabando de
armas, corrupción (coimas, sobornos), desfalco, fraude fiscal, malversación pública, extorsión, tráfico de
inmigrantes, terrorismo y quizá me esté olvidando de algunas.
Como una forma de impedir que el dinero obtenido por estos
medios pueda ser usado, los bancos centrales exigen a los bancos comerciales
que hagan controles especiales cuando se muevan importes superiores a un cierto
valor (U$S 5.000.- por ejemplo).
Los que han obtenido dinero de esta forma («dinero negro» o «dinero sucio»)
necesitan «blanquearlo» o «lavarlo».
Como en todos lados
se aplica el refrán que dice «hecha la ley, hecha la trampa», los delincuentes
realizan el «lavado de dinero»,
— fraccionándolo en
partidas inferiores a los U$S 5.000 mencionados;
— sobornando a los
banqueros para que omitan los controles bancocentralistas;
— dedicándose a
negocios legales que parecen muy competitivos porque están dispuestos a vender
por debajo de los costos para luego declarar supuestas ganancias espectaculares
que no son otra cosa que dinero «sucio» que está siendo «lavado».
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