jueves, 5 de julio de 2012

El amor atAMORizado


En un artículo publicado hoy (1) les comento algo sobre las metáforas: fenómeno mental inconsciente, que eventualmente puede ser consciente para embellecer la literatura haciendo comparaciones poéticas.

Les decía que la figura paterna ingresa en nuestras vidas con una actitud desagradable, porque todo nos lleva a pensar que, aquella relación idílica que teníamos con nuestra madre, fue impiadosamente cortada por este hombre a quien ella presta tanta o más atención que al hijo.

Alguien podría preguntarse, porqué esta figura tan antipática y contraria a nuestros intereses, algún día termina siendo amado.

La mayoría de las veces, la madre sigue siendo la figura central de nuestra vida afectiva y la mayoría de las veces, el padre es también un familiar querido, aunque no tanto como lo es ella.

¿Por qué ese cambio de actitud respecto al padre? ¿Por qué un ladrón de nuestra madre, alguien que se prevalece de su mayor tamaño para desplazarnos abusivamente, termina siendo querido?

Existe un factor relacionado con las afinidades. Por ejemplo, puede ocurrir que nuestra madre, que en principio se nos presentó como el modelo ideal de lo que uno ama, luego se vuelve antipática, gritona, injusta, incoherente, insegura, descuidada, desagradable.

En general esto no es así: la relación madre-hijo es muy buena en la mayoría de los casos.

Por lo que he podido saber, amamos a nuestro padre porque no tenemos más remedio, por miedo, hipócritamente.

Para poder sobrevivir en esa casa (nuestro hogar), es obligatorio llevarse bien con el que manda, trae el dinero y es más grande.

En otros artículos les había mencionado el Síndrome de Estocolmo (2), caracterizado porque los rehenes de un secuestro se ponen de parte del secuestrador y en contra de quienes trabajan para liberarlos.

La identificación con el agresor (la alianza con el enemigo), es un recurso de nuestro instinto, de nuestra psiquis, desarrollado para sobrevivir.


 

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