lunes, 16 de julio de 2012

El dinero que no vale nada



Los casinos procuran que los apostadores olviden el valor afectivo que pueda tener el dinero que ganaron con esfuerzo.

Uno de ellos lo mencionó y los demás nos quedamos callados en señal de aprobación: «Nos damos cuenta del valor de las cosas cuando dejamos de tenerlas».

¿A qué se referiría nuestro amigo con tan conmovedora declamación? Que yo sepa, no ha padecido la pérdida de algún familiar o mascota muy queridos.

La conversación siguió como de costumbre: anécdotas graciosas, política irritante, chismes de los que no pudieron venir.

Más adelante me di cuenta el por qué de aquella «conmovedora declamación». Quien la expresó acababa de ser víctima de un robo en su casa de veraneo y los ladrones se llevaron un mantelito de sesenta por treinta centímetros, que su abuela había bordado «como solo una gallega vieja sabe hacerlo».

¡Ah, ahí estaba la explicación! El hombre había perdido algo que no sabía cuánto significaba para él hasta que los ladrones se lo quitaron.

Ahora cambio de tema para volver enseguida.

Antiguamente los casinos permitían que los clientes hicieran sus apuestas con dinero corriente, hasta que a alguien se le ocurrió prohibir esta práctica. Desde entonces los casinos canjean los billetes por fichas de plástico y solo aceptan apuestas con esas fichas.

¿Por qué esta ocurrencia?

El malévolo inventor de esta prohibición se dio cuenta que los apostadores son más desaprensivos con las fichas que con los billetes porque estos se asocian con el esfuerzo que les costó ganarlos; las fichas, no.

Retomo el valor afectivo que tenía aquel mantelito bordado por la abuela. Los apostadores del casino que tuvieran algún leve afecto por los billetes que ganaron «con el sudor de sus frentes», no lo tienen por esas fichas que malgastan con indiferencia y que el casino cobra con entusiasmo.

(Este es el Artículo Nº 1.602)

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