miércoles, 11 de julio de 2012

Los delitos que alivian


Es posible pensar que esa muerte que a todos nos espera sea en realidad un castigo por algún delito que cometimos o estamos cometiendo sin darnos cuenta.

En otro artículo (1) hice el siguiente resumen de su texto: «La angustia propia del «fenómeno vida» puede ser interpretada como un sentimiento de culpa provocado por una falta imaginaria».

Lo curioso de ese artículo está en que el delito puede ser posterior al sentimiento de culpa, es decir, primero sentimos culpa y después cometemos la falta.

No descarto la hipótesis de que algunas personas cometan una falta que no pensaban cometer al sólo efecto de darle coherencia a ese sentimiento de culpa.

Como es demasiado descabellado, lo diré con un ejemplo: cuando siento esa culpa misteriosa, inexplicable, injustificada, (inconscientemente) cometo una injusticia, ofendo sin motivo, robo algo por primera y única vez, perjudico a alguien aparentemente «porque sí», tan sólo para darle una explicación a ese sentimiento doblemente incómodo, pues la culpa justificada molesta, pero la injustificada molesta mucho más.

En suma: delinquir puede ser un alivio para quienes sienten culpa injustificada.

Ahora les comento otro caso similar y que puede ser útil para entender que si nos sentimos culpables inexplicablemente, no tenemos por qué cometer una falta tan sólo para volverla coherente.

Todos tenemos presente que en algunas culturas, regiones y épocas, la pena máxima que se les ha aplicado a los delincuentes es la muerte (pena capital).

Como lo normal es que no podamos encontrar una buena explicación a la muerte que tarde o temprano nos ocurrirá y ante la incomodidad que nos provoca ignorar las causas de lo que nos angustia, entonces es probable que la creencia muy generalizada de que todos somos pecadores surja porque esa muerte biológica y natural es interpretada como un castigo.

 

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