Si queremos aumentar una in-tensión humana (deseo, anhelo), no tenemos más que reprimirla para que su fuerza se multiplique.
Cuando los humanos observamos nuestro entorno,
poseídos por esa angustia natural que nos genera sabernos vulnerables,
recurrimos a formas de pensar que podemos clasificar en categorías: química,
biología, geografía, meteorología, física y muchas más.
Dentro de la física, estudiamos las fuerzas
gravitatorias, centrífuga, centrípeta, inercia, y también estudiamos cómo
usarlas mediante palancas, poleas, rampas.
Contener una fuerza para liberarla
repentinamente es un recurso de la mecánica: un resorte contenido, aire
comprimido, una catapulta, una represa hidroeléctrica, son formas de aprovechar
fenómenos mecánicos disponibles en la naturaleza o «perfeccionados» por los humanos (que
también somos parte de la naturaleza).
En suma 1: La contención de una energía, permite
aumentar su fuerza, intensidad, dinamismo.
Las leyes de la naturaleza se aplican también
a los fenómenos menos tangibles, tales como las necesidades y los deseos.
Cuando una in-tensión (anhelo) es reprimida (contenida), su intensidad aumenta y
la psiquis debería incrementar su esfuerzo si necesitara evitar la
satisfacción.
En la vida social, existen prohibiciones que
no hacen otra cosa que aumentar la presión del deseo reprimido.
En suma
2: Así como en mecánica comprimimos deliberadamente un
resorte para que al soltarlo descargue su máxima fuerza, en la vida social esto
ocurre de forma parecida pero con la notable diferencia que la mayoría de las
veces no sabemos que estamos generando las consecuencias menos deseadas.
Por ejemplo, si no queremos que algunos
ciudadanos roben, la represión de esa in-tención
(robar) no hace más que predisponer las condiciones para que ocurra con mayor
frecuencia y hasta con mayor peligrosidad en sus efectos colaterales, es decir,
lo que podría haber sido un arrebato puede convertirse en una rapiña porque el
exceso de represión aumentó la violencia.
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