domingo, 8 de julio de 2012

Pensar sobre el pensamiento


Filosofar es una actividad infinitamente desvalorizada en comparación con correr sobre una cinta, levantar cosas pesadas o mirar televisión.

Los taximetristas son personas que suelen estar un poco más alterados que los albañiles y estos un poco más alterados que los vendedores de diarios y revistas y estos más alterados que los jubilados que alimentan palomas en la plaza pública.

El tipo de vida que les tocó colabora para que las respuestas orgánicas adaptativas tengan esas características. En el torrente sanguíneo de los taximetristas circula mayor cantidad de adrenalina que en el torrente de los jubilados.

Los albañiles están muy pendientes de las herramientas y fundamentalmente de no herirse o caerse.

Los vendedores de diarios suelen estar atentos a que nadie los robe y los jubilados están pendientes de sus niveles de colesterol en sangre, de lo cual básicamente se encargan los médicos o sea que lo importante para ellos es no aburrirse.

Elijo a cualquiera de esos gremios para hacerles un comentario.

Los taxistas se reúnen un domingo a comer carne asada para confraternizar pero también para discutir qué marca de vehículo elegir cuando el gobierno autorice la importación sin impuestos de nuevas unidades.

Cada uno lleva su posición tomada en el grado de convicción inamovible porque «no hay como el Mercedes (Benz)», «a Citroën no le gana nadie», «yo de Hyundai no me muevo».

Todos están seguros y segurísimos de que la herramienta de trabajo (el vehículo) que conocen, es inmejorable.

Pues bien, esta discusión divertida, acalorada, enojosa, reflexiva, con chistes, ironías y alguna agresión que otra, es filosofar.

Filosofar es evaluar la herramienta de trabajo más importante de nuestra existencia: pensar.

De cómo usemos nuestra cabeza depende todo lo demás y filosofar es discutir sobre cuál es la mejor forma de entender e interactuar con la realidad.

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