El temor a ser estafados limita nuestra capacidad de correr riesgos rentables, no solamente para evitar pérdidas económicas sino sobre todo para evitar sentirnos humillados.
Aunque estoy volviéndome experto en describir
nuestro funcionamiento psíquico más cotidiano, les cuento, a quienes suelen
malinterpretarme, que DESCRIBIR NO ES ACUSAR.
Esta asociación forma parte de nuestra
cultura, pero ahora sí, la describo para condenarla: NO ES CIERTO QUE DESCRIBIR
IMPLIQUE ACUSAR.
Tan es así que yo mismo soy usuario de lo que
describo: niego algunas realidades (no sé cuáles precisamente porque las
niego), tengo sueños, tengo esperanza, amo al ser humano a pesar de describirlo
como algo patético, débil y arrogante.
Un sueño puede ser que un día Bill Gates me
llame para decirme en su pésimo castellano: «Fernando, te pago un millón de dólares si
me das la fórmula para duplicar mi patrimonio».
Bromas
aparte, les comento algo que puede frenarnos a quienes querríamos progresar
económicamente y no podemos, por ejemplo, porque somos demasiado desconfiados y
evitamos correr el riesgo de ser estafados.
Recurro una
vez más a mi único libro de cabecera: El Diccionario de la Real Academia
Española.
Las
definiciones de la palabra «estafa» (1), son:
Estafa
2. f. Der. Delito
consistente en provocar un perjuicio patrimonial a alguien mediante engaño y
con ánimo de lucro.
(Del it. staffa, estribo).
Si leemos
atentamente, observaremos que la primera acepción es la que todos conocemos,
pero la segunda incluye un dato interesante.
Si «estafa»
es «estribo», es decir: pieza en los arreos donde el jinete pone el pie para
treparse al caballo, quizá nuestro temor a ser estafados sea en realidad temor
a que nos pisen, ... pisoteen, humillen, agravien.
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En mi flia equivocarse en pecado mortal.
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