Nuestro inconsciente sigue pensando que estamos compuestos por algo más que nuestro cuerpo
anatómico (cabeza, tronco, extremidades). Cuando anteponemos el pronombre «mi» (casa, cónyuge, papá), hablamos de cosas in-cuerpo-radas.
Un psicótico (loco) es alguien ineficiente
(débil, incapaz) para encarcelar
adecuadamente su inconsciente.
Aunque sea lamentable, la vida del psicótico
es imposible sin ayuda.
Es una lástima que así sea porque la salud
mental concebida como el control casi total del inconsciente, tiene los enormes
costos de privarnos de la creatividad, de alejarnos de nuestros instintos que
tanto nos humanizarían, de gastar mucha energía en evitar que se escape, a
pesar de lo cual, siempre ocurre alguna fuga (sueños, lapsus, actos
impulsivos).
Esta cárcel
de alta seguridad, que mantiene bajo custodia todo lo que fue condenado por
nuestra cultura (deseos prohibidos, gustos aberrantes, instintos) o por nuestra
propia conveniencia (recuerdos dolorosos, miedos, autocensura), esta cárcel conserva aquella primera
percepción de la realidad, según la cual formábamos parte de un todo
indivisible, integrado, fusionado (yo-mamá-papá-mi hermano-la casa-el oso de peluche-la luna)
(1).
En
esa locura propia del inconsciente, está la sensación de que nuestro cuerpo
está compuesto por lo anatómico, más una cantidad de otras cosas externas que
inconscientemente seguimos sintiendo como propias... tal como la sentíamos en
aquella primera etapa de fusión.
Dicho
de otra forma, la madurez intelectual nos permite discriminar, individualizar,
reconocer que yo y mamá (y demás personas u objetos) estamos separados... pero
hasta por ahí no más (no totalmente).
El
deseo de apoderamiento, la furiosa defensa del derecho de la propiedad privada,
los celos descontrolados por todo lo que creemos propio (cónyuge, hijos, amigos),
esa desesperación que nos ataca cuando nos roban, cuando nuestro cónyuge se
cree libre, cuando el gobierno nos cobra impuestos, ocurre porque en nuestro
inconsciente nos sentimos amputados, desmembrados, mutilados, cercenados,
lisiados.
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