domingo, 1 de julio de 2012

«Si fueras pobre, también te amaría»


Nicanor Jaimito es un personaje de ficción que acabo de inventar para contarles algo de nuestra psiquis.

Se trata de un delincuente, que tiene en jaque a la ciudad donde vive, porque es capaz de cometer toda clase de excesos, atropellos, abusos.

La policía de la ciudad lo persigue, ha puesto su fotografía en los muros, las columnas del alumbrado, en las oficinas gubernamentales.

Pero esto es inútil dada su increíble habilidad para disfrazarse.

Como nuestra imaginación y fantasía es capaz de ir un poco más allá de la realidad, sabemos que Nicanor Jaimito puede cambiar de estatura, de volumen, de sexo, la manera de caminar, el color de sus ojos, el timbre de voz, la cantidad y color de su cabellera.

El caso de este mal ciudadano es tan preocupante —y a la vez tan fascinante—, que en la universidad estatal han creado una asignatura para los estudiantes terciarios de criminología y psicopatologías.

Ahora volvamos a usted y a mí.

Este personaje recién inventado, representa  —nada más ni nada menos— a un pensamiento, una idea, un deseo que tuvo que esconderse  en el inconsciente por apetecer la homosexualidad, el incesto, la criminalidad, el robo, y un exuberante etc.

Tuvo que esconderse, porque la moral lo consideró antisocial e impresentable.

Nuestro deseo del tipo Nicanor Jaimito, quiere actuar, quiere llegar a nuestra conciencia y satisfacerse, pero sabe que nuestra moral (policía), lo encarcelaría, entonces se presenta disfrazado de mil formas:

Quien lo tiene en su inconsciente, dice por ejemplo: «no soporto la poligamia», «me opongo a la pena de muerte», «odio a los homosexuales».

Y estos sólo son sus disfraces menos creativos. Los más creativos, pueden consistir en ser abogado en vez de pendenciero, bancario en vez de asaltante,  cirujano en vez de criminal, y un exuberante «etc.».

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