Las hembras mamíferas cuentan con el instinto para
regular sus embarazos, pero las humanas (mujeres) dependen de su intelecto para
tomar decisiones y de la presión social que las reprime.
Los envases vacíos de las
bebidas que vamos consumiendo pueden
apilarse en algún lugar que no molesten, pero no necesariamente protegidos de
un posible robo. ¿Quién puede codiciar envases vacíos?
Sin embargo, el dinero que
hemos cobrado a fin de mes, las joyas que heredamos de la abuela o el televisor
que aún no terminamos de pagar, deben ser guardados, protegidos, custodiados.
Estos dos ejemplos extremos
están puestos ahí para generar un clima intelectual que nos prepare para la
lectura del siguiente comentario.
Los humanos estamos
divididos en dos sexos (femenino y masculino), muy parecidos en varios aspectos
y tan diferentes en otros que he llegado a sugerir que podríamos formar
especies diferentes. (1)
Asumo que somos animales
valorativamente similares a cualquier otro, con los cuales podemos hacer
comparaciones como recurso para entendernos mejor.
En todos los mamíferos la
aceptación sexual de la hembra coincide con su momento de fertilidad (estro)
... en todos menos en los humanos. Con ellas la aceptación sexual puede ocurrir
en cualquier momento, esté ovulando o no.
La incompletud de funciones
que se verifica entre los humanos cuando nos comparamos con los caballos,
perros, ballenas, está compensada por las decisiones.
Dicho de otro modo: las mujeres
tienen que decidir no tener sexo para no fecundar más hijos de los que podría
alimentar.
Como nuestro desempeño
intelectual también es muy precario y los varones somos incapaces de rechazar
una solicitud de fecundación, las mujeres tienen que ser ayudadas a cuidarse,
no solo por las leyes sino también por la costumbre de reprimirlas, custodiarlas, vigilarlas.
A ellas les gusta ser cuidadas hasta el punto de quejarse
orgullosamente.
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