domingo, 15 de julio de 2012

El beneficio secundario de algunos fenómenos penosos


La muerte y otras pérdidas, son indirectos generadores de vida y ganancias.

La muerte, a pesar de la antipatía que genera porque nos provoca sentimientos dolorosos, es la que nos permite seguir vivos, entre otros motivos porque el planeta es como un frasco hermético que navega en el cosmos, con un volumen fijo que oficia de límite para nuestra expansión.

Sin embargo, si estamos de acuerdo en que la Tierra tiene el mismo volumen que hace millones de años (acrecentado mínimamente por los meteoritos que traspasan la atmósfera y quedan incorporados al volumen total), entonces no podemos decir que más personas implicaría más volumen terráqueo.

Lo que sí ocurre es que el aumento de cualquier población, lo que hace es transformar material inerte (minerales, agua) en materia viva.

Cuando comemos una hortaliza, transformamos en moléculas humanas las moléculas vegetales que anteriormente habían transformado en células vivas los minerales inertes que extrajo de la tierra donde estaba plantada.

En suma 1: un aumento de seres vivos no expande el planeta sino que solamente le cambia su composición.

Pero no solo la muerte favorece la vida y no es precisamente la generación de espacio provocada por la muerte la que estimula el fenómeno vida.

Las empresas de demolición se dedican a destruir edificios (¿matar?) para generar nuevas construcciones que dan ocupación de mano de obra y nuevas locaciones para alojar mayores poblaciones.

Los antisociales vandálicos que destrozan bienes públicos, también generan mano de obra para su reparación.

Los ladrones obligan a sus víctimas a trabajar más para reponer lo que perdieron.

La lucha contra la inseguridad ciudadana (guardias, cerrajería, seguros, alarmas) estimula una serie de actividades que aumentan el Producto Bruto Interno (PBI) de un país.

En suma 2: Muchos fenómenos tan antipáticos como la muerte estimulan indirectamente a la simpática vida.

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