miércoles, 11 de julio de 2012

Los celos propician una vida precaria


Los celos están justificados aunque éticamente son tan humillantes como la apropiación de un ser humano por otro, como si fuera un objeto (cosa).

Existen algunos argumentos que justifican la cultura, es decir, ese conjunto de usos y costumbres que en gran medida cuestionan, combaten y logran anular el menú instintivo que poseemos como los demás animales.

Uno de los argumentos más influyentes destaca nuestra vulnerabilidad, debilidad, premadurez, es decir, el desvalimiento que tenemos y que nos obliga a protegernos, vivir en comunidades con instituciones que nos protejan de los fenómenos naturales incluidas nuestras propias acciones antisociales y antihumanas que en algunos son particularmente peligrosas.

La cultura instaló el derecho de propiedad según el cual los ciudadanos podemos ejercer el uso y abuso sobre ciertos objetos en forma exclusiva, por ejemplo, puedo hacer con mi guitarra lo que desee.

El instinto no piensa lo mismo. Para nuestro inconsciente, para nuestra esencia más profunda, el planeta y sus contenidos no tienen dueño y todos podemos tomar de él lo que necesitemos.

Del conflicto entre la cultura (derecho a la propiedad) y el instinto según el cual no existen propietarios exclusivos de nada, surgen los delitos (1), que en este caso son, por ejemplo, robo, defalco, apropiación indebida, usurpación.

Para ganar el dinero necesario para subsistir, podemos actuar dentro o fuera de la cultura.

Los resultados no ofrecen dudas: la vida fuera de la cultura es muy precaria y dentro de ella puede llegar a ser digna.

Los celos son tan naturales, primitivos e instintivos como el deseo de robar.

Como la persona celosa imagina que su ser querido le pertenece y la cultura dice que ningún ser humano puede ser propiedad de otro, entonces:

Una persona celosa está fuera de la cultura y se expone a una vida precaria.

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