Si repudiamos a quienes roban, la frustración de nuestro deseo inconsciente de poseerlo todo se alivia. Por eso los ladrones resultan ser necesarios y disimuladamente patrocinamos su existencia, rol y actividad.
En algunas ocasiones (1) he comentado con
ustedes el paradójico fenómeno de la resistencia a la cura causado por
invisibles beneficios secundarios de la enfermedad.
En otro artículo (2) les decía que cuando
padecemos un descuido que le facilita la tarea a un ladrón, estamos demostrando
qué poco nos conocemos, pues todos somos potencialmente ladrones aunque sean
relativamente pocos quienes efectivamente roban.
Existe un beneficio secundario que nos vuelve
más vulnerables a ser robados.
La idea de propiedad privada no está en
nuestra naturaleza sino que es impuesta por la cultura.
Más precisamente, todos deseamos ser dueños
del planeta entero, pero la cultura nos obliga a reconocer que otros también
sean propietarios, al menos de una partecita (dinero, vehículo, casa).
En otras palabras, los humanos no somos
potencialmente ladrones sino que nuestro inconsciente cree que todo nos
pertenece.
La cultura nos impone aceptar que otros
también deseen ser propietarios.
Para evitar que nos matemos mutuamente, la
cultura nos ayuda a cuidar (mediante leyes, jueces, policías, cárceles) el
pequeño trocito de planeta (casa, auto, dinero) que podamos haber adquirido.
El derecho a la propiedad privada es un tibio
paliativo a nuestra ambición más profunda (la propiedad total).
Por lo tanto, el deseo inconsciente de
propiedad total está frustrado y sufrimos por ello. Para peor, no acostumbramos
confesar esto que nos pasa.
Esta frustración a nuestro deseo de
apoderamiento global se alivia parcialmente poseyendo algunas pocas cosas (útiles,
casa, terreno) mientras que la imposibilidad de confesar nuestro profundo
fracaso (desahogarnos) lo apaciguamos descargando nuestra furia legal contra
los ladrones ... que si no existieran, trataríamos de crearlos para poder
culparlos y aliviarnos.
●●●
No hay comentarios:
Publicar un comentario