lunes, 16 de julio de 2012

La felicidad de pensar lo peor



Aporta una sensación de felicidad imaginar situaciones trágicas para luego agradecer con pasión que «eso» no haya ocurrido.

En otro artículo (1) mencioné que muy probablemente nuestras expresiones verbales que incluyen el dúo «gr» puedan ser utilizadas inconscientemente con el ánimo de apaciguar un temor a ser destruidos.

De ahí que tantas personas se desviven por agradecer.

Es probable que inconscientemente el agradecido le pida clemencia al destinatario de su agradecimiento, le ruegue que eso que provocó la gratitud (recibir un regalo, una ayuda, un aplauso) no sea en realidad un señuelo (carnada, trampa) cuyo objetivo final sea depredar (comer, robar, destruir) a quien luego agradece en forma de ruego:

— «¡muchas gracias!»,
— «¡no sabe lo agradecido que estoy!»,
— «¡mil gracias!»,
— «¡le estoy infinitamente agradecido!»,
— «¡no tengo palabras para expresar la gratitud que siento por lo que ha hecho por mí!».

La compulsión a estar agradeciendo todo el tiempo (a Dios, al Cielo, a la Vida, a la Suerte, a cualquiera que no obstruya nuestro camino, a quien acaba de cobrarnos dinero), puede estar originada (la compulsión) por un sentimiento radicalmente opuesto a esta aparente generosidad, bondad, amor.

Quienes poseen fantasías terroríficas, ideas vengativas atroces, proyectos inhumanos para castigar ofensas, tienden a suponer que los demás tienen un mundo interior parecido.

En esta convicción, cada vez que alguien no les golpea la cara con el puño cerrado, cada vez que no son atropellados por un camión al cruzar la calle, cada vez que alguien no los roba, (porque estas son las expectativas de un pensamiento tan lleno de violencia y malos augurios), corresponde agradecerle a quien no los golpeó, ni los llevó por delante, y a todos los que no cumplieron las terroríficas fantasías de quienes agradecen excesivamente.

Imaginar lo peor y luego agradecer que no haya ocurrido, aporta gran felicidad.


(Este es el Artículo Nº 1.521)

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