domingo, 8 de julio de 2012

Las pérdidas de energía por orgullo


Somos pobres porque nuestro esfuerzo rinde poco pues no aceptamos que somos esclavos (de las necesidades y los deseos).

Dos de las definiciones de la palabra «esclavitud» que nos informa el Diccionario de la Real Academia Española, dicen:

2. f. Sujeción rigurosa y fuerte a las pasiones y afectos del alma.
3. f. Sujeción excesiva por la cual se ve sometida una persona a otra, o a un trabajo u obligación.

La palabra «sujeción» nos permite visualizar una atadura, ligazón, vínculo y cuando se agregan las palabras «rigurosa» y «excesiva», tenemos que pensar en la imposibilidad material de apartarnos de esa conexión.

Detrás de ambas definiciones están presentes algo tan incontrolable como las necesidades y los deseos.

Tenemos acá nada menos que los motivos casi exclusivos de por qué no somos libres, de por qué el libre albedrío es una ilusión popular y de por qué nos cuesta tanto asumir que estamos firmemente determinados, obligados, prisioneros de coacciones que no responden a nuestro control.

Es cierto que somos «esclavos» de nuestras necesidades: comer, descansar, abrigarnos, beber, reproducirnos.

También es cierto que somos «esclavos» de nuestros deseos: satisfacer la curiosidad estudiando, viajando, experimentando; sentir los placeres que nos brinda el erotismo no reproductivo; gratificarnos con las expresiones artísticas.

Lo que evoca nuestra mente estimulada por la palabra «esclavitud» es lo económico, eso que comenzó hace milenios para abusar de los prisioneros de guerra y que luego continuó con el tráfico de personas.

Siempre la evaluamos negativamente y de esa manera decimos rechazarla con mucho énfasis, determinación, convicción, ... sólo para negar que realmente somos esclavos de nuestras necesidades, deseos y de quienes compran nuestra producción o fuerza de trabajo.

Este torpe autoengaño nos roba energía, nos desmoraliza, nos quita eficacia. Aceptar humildemente que somos esclavos, aumentaría el rendimiento de nuestro esfuerzo.

Nota: La imagen corresponde al óleo de Jean-Léon Gérôme titulado El mercado de esclavos y es del año 1884.

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