En un artículo
(1) anterior, decía que en el inconsciente de algunas personas puede estar la
inhibición de sentirse «rico»
porque piensan que esa condición refiere al significado «alimento sabroso».
Dada la
irracional conducta de nuestro inconsciente, esas personas pueden huir del
dinero porque —si lo tuvieran y se convirtieran en «ricos»—, sus vidas
correrían peligro porque otras personas desearían —literalmente— devorarlas.
Como
siempre ocurre, «el
pecado está en la mente del pecador», es decir, que no son pocas las personas
que tienen extrañas tentaciones, deseos, intenciones, y que —para sorpresa de
ellos mismos—, no se explican cómo logran reprimirlos.
A todos nos
ocurre: a veces nos alarman algunos pensamientos, deseos, fantasías.
Felizmente,
son poquísimos quienes pasan al acto y realizan crímenes atroces ... que, en el
pensamiento, alguna vez pasaron por nuestra cabeza.
Observe que
aquello que interpretamos en las acciones o discursos de los demás, no son otra
cosa que nuestras propias ideas que le atribuimos al otro.
Por lo
tanto, si enfrentados a nuestra necesidad de ganar dinero para solventar los
gastos propios y de nuestra familia, pensamos que:
— Nadie
quiere ayudarnos, es porque intuimos que no nos gusta ayudar;
— Los demás
quieren robarnos, es porque intuimos que nos gusta apropiarnos de los bienes
ajenos y que, si no lo hacemos, es por temor a ser descubiertos y castigados;
— Otros
agotarán todos los recursos sin dejar nada que podamos aprovechar (ganar,
participar), es porque intuimos en nosotros una voracidad tan feroz, que hasta
agotaríamos cualquier fuente de recursos (seno materno, contenido de la
heladera, bosques, agua potable, etc.).
En suma: Nuestro diagnóstico de las posibilidades
que tenemos de ganarnos la vida, está condicionado por nuestras intenciones más
inconfesables.
Una
evaluación pesimista de los recursos disponibles en el mercado, surge de
nuestros deseos depredadores, agotadores, exterminadores.
(1)
¡Hola
bombón!
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