No es pesimismo ni escepticismo: los seres
humanos tenemos dificultades para convivir en paz.
Nuestras pasiones (amor, odio, ambición,
codicia, celos, envidia) nos llevan a reacciones que en su mayoría son
antisociales, destructivas, peligrosas. De las seis mencionadas entre
paréntesis, sólo el amor parece la menos preocupante aunque si se frustra puede
encender a las otras cinco.
Simultáneamente no podemos vivir aislados. El
instinto gregario nos obliga a vivir juntos.
Con estos elementos podemos proponer —sin
pesimismo ni escepticismo—, que estamos condenados a tener conflictos que
estamos condenados a resolver porque estamos condenados por el instinto
gregario a vivir juntos.
¿Entonces, cómo nos organizamos para que esta
rutina esté más o menos organizada?
Propongo pensarlo de esta manera:
— Un grupo de personas está encerrada en
cárceles. Fueron elegidas porque transgredieron leyes penales (robo, homicidio,
violación);
— Un grupo de personas está encerrada en la
pobreza. No sabemos por qué fueron elegidas para padecer esas limitaciones
económicas, pero lo cierto es que se trata de un grupo generalmente mayoritario
que cuando despliega sus pasiones humanas lo hace con mínimos recursos;
— Un grupo de personas está encerrada en la
riqueza. Tampoco sabemos por qué fueron elegidas para padecer esas limitaciones
económicas, pero lo cierto es que se trata de un grupo generalmente minoritario
que cuando intenta desplegar sus pasiones humanas se ve amenazada por una
educación que le impuso una mayor disciplina, su compromiso con la sociedad es
máximo porque al tener solvencia económica es el blanco de máximas
indemnizaciones, su patrimonio es muy vulnerable a la inconducta, cualquier
error puede enviarlo rápidamente a la ruina económica, lo cual para su psiquis
equivale a una muerte en vida.
— La clase media está sometida a una mezcla de
los mencionados factores represivos.
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